sábado, 18 de mayo de 2024
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“Desde los tiempos antiguos, la Cuaresma fue considerada como un período de renovación de la propia vida”, afirma arzobispo Curitiba, Brasil

Curitiba (Jueves, 23/02/2012, Gaudium Press) Con el final de la agitación del período carnavalesco y el inicio de la cuaresma, Mons. Moacyr José Vitti, Arzobispo Metropolitano de Curitiba, en Paraná, en su más reciente artículo habla sobre ese tiempo de preparación para la Pascua del Señor. Él recuerda que desde los tiempos antiguos, la Cuaresma fue considerada como un período de renovación de la propia vida. Las prácticas a ser cumplidas eran, sobre todo, tres: la oración, la lucha contra el mal y el ayuno.

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Mons. Moacyr José Vitti

El prelado explica que la oración es necesaria para pedir a Dios las fuerzas para convertirse y creer en el Evangelio, la lucha contra el mal para dominar las pasiones y el egoísmo, y por último, el ayuno.

Según el Arzobispo, para seguir al Maestro, el cristiano debe tener la fuerza de olvidarse de sí mismo, de no pensar en el propio confort, sino en el bien de su hermano. Asumir una permanente actitud generosa y desinteresada es de hecho difícil: «Este es el ayuno», destaca.

Pero ahí el propio Mons. Moacyr lanza una pregunta: ¿puede el sufrimiento ser una cosa buena? ¿Cómo puede agradar a Dios nuestro dolor? Y en la secuencia él mismo nos da la respuesta: «¡No! Dios no quiere que el hombre sufra. Entretanto, para ayudar al necesitado, es necesario muchas veces renunciar a aquello que agrada y esto cuesta sacrificio», dijo. No es el ayuno, en sí, que es bueno.

El papel del sufrimeinto

Para comprobar eso, el arzobispo cita un trecho de un libro muy antiguo, leído por los primeros cristianos, «Pastor de Hermas», para fundamentar y explicar de este modo la ligación entre el ayuno y la caridad: «He aquí como deberás practicar el ayuno: durante el día de ayuno, tu comerás solamente pan y agua; después calcularás cuánto habrías gastado para tu alimento en aquel día y tú ofrecerás este dinero a una viuda, a un huérfano o a un pobre; así, te privarás de alguna cosa para que tu sacrificio sea útil para alguien, para poder alimentarlo. Él rezará al Señor por ti. Si tu ayunares de ese modo, tu sacrificio será agradable a Dios».

Ya un famoso Papa de los primeros tiempos de la Iglesia, llamado León Magno, decía en una homilía: «Nosotros os prescribimos el ayuno, os recordando no solo la abstinencia, sino también las obras de misericordia. De este modo, lo que hubieres economizado en los gastos normales, se transforme en alimento para los pobres», recuerda el prelado.

Por último, Mons. Moacyr afirma que todos los años, en el segundo domingo de la Cuaresma, la Liturgia de la Palabra presenta el tema de la Transfiguración de Jesús. Para él, el mensaje de esa narrativa no es inmediatamente claro y fácil de entender, porque es transmitido con un lenguaje especial y a través de simbolismos que pertenecen a una cultura y época distantes de nosotros. La narrativa comienza diciendo que Jesús se retiró a un monte muy alto, en un lugar solitario, con tres de sus discípulos y delante de ellos se transfiguró.

«El mensaje central de la narrativa es el siguiente: para instaurar el Reino que Jesús, durante la transfiguración, deja entrever a sus discípulos, es necesario pasar a través del sacrificio de la propia vida. Para todos nosotros es necesario creer firmemente en Cristo, para concordar con el camino que Él propone. En verdad, es solamente a través del camino de la cruz y del don de sí que se puede llegar a la transfiguración», concluye el Arzobispo.

 

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