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Las Aguas de Colonia

Bogotá (Martes, 06-03-2012, Gaudium Press) Es difícil no reconocerle al olfato la capacidad que tiene para ayudarnos a trascender la realidad si lo estimulamos maravillosamente con una buena fragancia. Las hay florales y de frutas, de resinas y de algunos minerales, cada una con su especial y misteriosa emanación que produce estados de espíritu: animan, alegran, inspiran, tonifican predisponiendo alma y cuerpo para el bienestar y a partir de esto sobrellevar el día-día con sus cargas.

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Foto: Abejorro34

Podemos decir con entristecida certeza que toda el agua que corre por los germánicamente limpios acueductos de Colonia no es perfumada, eso solamente podía pensarlo un niño bien inocente que oyendo hablar de esa agua y de la ciudad, supondría que allí toda ella huele a 4711 o a Farina, dos casas tradicionales que con poco más de tres siglos de labor artesanal han conseguido crear esta maravillosa confusión de cuento de hadas: Colonia, una ciudad donde sus aguas huelen delicioso.

Pero no deja de ser una interesante casualidad -o quizá una providencial coincidencia, que haya sido precisamente en esta ciudad alemana tan marcada por la cristiandad, donde dos familias consiguieron elaborar fórmulas a base de felices combinaciones, que mezcladas con el agua de la legendaria urbe dan aguas perfumadas que todavía hoy día son preferidas incluso de príncipes árabes y gobernantes del lejano oriente. Esto para decir lo menos, pues fueron muchos los hombres de fama mundial que las usaron como su loción predilecta en estos dos últimos siglos.

Una de ellas era secreto de un monje que la preparaba de cuando en cuando para perfumar seguramente paramentos y corporales de la sacristía. Terminó regalándole la fórmula a su sobrino el día del matrimonio, fórmula con la cual -sobraría decirlo- la familia se hizo riquísima. En cuanto a la otra, ciertamente fue el buen ángel custodio de un italiano que le inspiró irse a vivir a Colonia y allí combinar y combinar fórmulas hasta obtener la suya tan fresca y reconfortante como pocas y que le hiciera «recordar un amanecer italiano con narcisos de montaña y azahares de naranja», dijo el fundador de la casa cuyo apellido de familia quedó en el nombre de esta exquisita agua de Colonia.

5884385587_3b266e6f24_z.jpgTodo parece indicar que realmente nuestro inocente infante tendría razón al suponer que las aguas de Colonia eran agradablemente aromáticas, porque si no lo son al menos han resultado excelentes para mezclarse con las secretas fórmulas de las casas de perfumes más antiguas del mundo. Frecuentemente la inocencia penetra más hondo la realidad y la trasciende, (Mt 18,3). ¿Cómo serían las aguas del paraíso terrenal?

Sede de un príncipe-arzobispo elector del sacro imperio, Colonia creció a la orilla del legendario Rin y es protagonista de una historia cristianísima y heroica, especialmente desde la Edad Media. Pero ni su imponente catedral que no se pudo destruir con los maliciosos bombardeos de la última guerra, ni sus famosas universidades y museos, la representan tan elocuentemente hoy día como su ‘feérica’ y legendaria agua mundialmente reconocida y solicitada en su más agradable expresión: kölnisch Wasser, en todos los idioma y que pareciera temperada con la preciosísima agua-sangre del corazón de nuestro Redentor.

Por Antonio Borda

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