sábado, 27 de abril de 2024
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La oración es la fuerza de unidad para la Iglesia en los tiempos de pruebas, observó el Papa

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 18-04-2012, Gaudium Press) «Así como la primera comunidad cristiana, nosotros también, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios, a través de la meditación sobre la Sagrada Escritura, podemos aprender a ver que Dios está presente en nuestra vida, incluso en los momentos difíciles, y que todo, hasta las cosas incomprensibles, forman parte de un designio superior de amor en el cual la victoria final sobre el mal, sobre el pecado y sobre la muerte es realmente la del bien, de la gracia, de la vida, de Dios», observó el Santo Padre al final de la audiencia general de esta mañana, dirigida a 22 mil participantes presentes en la Plaza San Pedro. Continuando el tema de la oración, Benedicto XVI se detuvo en la oración del «pequeño Pentecostés», esto es, la primera comunidad cristiana naciente reunida en torno a Pedro y Juan en los momentos de las primeras pruebas, narrada en los Hechos de los Apóstoles.

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Nuestro Señor, orando en el Huerto

Los Apóstoles Pedro y Juan fueron presos por anunciar la resurrección de Jesús a todo el pueblo. En estos momentos difíciles, los primeros cristianos permanecieron en oración. Esta situación es una lección para los cristianos de hoy de cómo enfrentar los momentos de pruebas. «Delante del peligro – observó el Papa – de las dificultades y amenazas, la primera comunidad cristiana, no intenta elaborar estrategias para defenderse, sino se coloca en contacto con Dios en la oración». Es más, reza unida delante de una «persecución sufrida por causa de Jesús». Eso es resaltado por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles con la palabra griega «homothumadon», «todos juntos».

Es un ejemplo el hecho de que cuando inician las persecuciones, «la comunidad no se asusta ni se divide, sino permanece profundamente unida en la oración, como una sola persona, para invocar al Señor. (…) la unidad se consolida, en vez de estar comprometida, porque es sustentada por una oración inquebrantable. La Iglesia no debe temer las persecuciones que en su historia es obligada a sufrir, sino confiar siempre, como Jesús en el Getsemaní, en la presencia, en la ayuda y la fuerza de Dios, invocado en la oración».

La comunidad recitó el Salmo 2 que «se refiere proféticamente a la venida del Mesías, contra la cual nada podrán hacer la rebelión, la persecución, el abuso de poder de los hombres». Y lo hace no «indefensa», sino con la invocación de «poder proclamar con ‘parresia’ – dice el texto griego – esto es, con franqueza, con libertad, con coraje, la Palabra de Dios». Aquí «se encuentra también el sentido de la experiencia de persecución que la primera comunidad cristiana está viviendo», porque ella «no es una simple asociación», sino «una comunidad que vive en Cristo».

Es el fruto de esta oración que «la comunidad cristiana eleva a Dios: la efusión del Espíritu Santo, don del Resucitado que sustenta y guía el anuncio libre y corajudo de la Palabra de Dios, que impulsa a los discípulos del Señor a salir sin miedo para llevar la buena nueva hasta los confines del mundo».

La audiencia general de esta mañana coincidió con dos aniversarios del Papa, el lunes pasado el Pontífice cumplió 85 años y mañana festejará siete años de su elección. Por eso, estaba presente en la Plaza San Pedro una banda alemana de las parroquias Waging, Surberg, st. Leonhard y Otting, que tocó «Felicidades» y las personas en la Plaza respondieron cantando. En italiano, al final de la audiencia, el Papa pidió que rezasen por él: «para que, con la ayuda del Espíritu Santo, pueda perseverar en mi servicio a Cristo y a la Iglesia».

 

 

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