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La Iglesia en el mundo vista por Benedicto XVI

Roma (Sábado, 02-03-2013, Gaudium Press) ¿Qué diría Su Santidad Benedicto XVI si pudiera ser consultado por los medios en el presente período de transición papal? La imposibilidad de esta situación, por la misión de recogimiento y oración que eligió Su Santidad y la prudencia que caracteriza a la Iglesia, no significa que la pregunta no pueda responderse, al menos parcialmente. Muchas de las alocuciones recientes del Pontífice dan una idea clara del rumbo actual de la Iglesia, así como lo hizo Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización.

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Un texto de 1996 contiene respuestas de gran actualidad sobre los retos y características de la Iglesia de hoy.

Un punto de notable interés podría ser el protagonismo que la Iglesia en los diversos continentes pueda tener en los procesos futuros, en un momento en el cual se considera el perfil y la nacionalidad del nuevo Pontífice. Y este tema lo trató el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el escritor Peter Seewald, en una entrevista de profundidad que dio origen al libro «Dios y el Mundo».

La Iglesia en el mundo

En un capítulo especialmente dedicado a las características de la Iglesia en las diversas regiones, el hoy Papa emérito destacó varias características notables. La primera de ellas fue el carácter cambiante de la realidad mundial, afectado notoriamente por el declive demográfico de Europa y los movimientos migratorios. En este sentido, el entonces Cardenal advertía que «la evolución histórica depara siempre muchas sorpresas» y que es imposible llevar a cabo en este campo algún tipo de «futurología».

Los países de Europa, en su opinión, «siguen teniendo un potencial teológico verdaderamente grande», y esto sigue siendo evidente en la propia figura de Benedicto XVI, excepcional teólogo y heredero de una tradición de fe y estudio que sustenta y se alimenta a la vez de la base doctrinal de la Iglesia. El Papa emérito destacó en su momento «nuestro sistema de facultades» y la cantidad «de medios de los cuales se dispone». El riesgo de Europa sería, en su opinión, aferrarse al racionalismo y su mayor posibilidad de progreso es «comprender con más fuerza que la teología, por encima de todo, debe provenir de la fe».

Sobre Asia, el entonces Cardenal Ratzinger manifestó su importancia en el contexto global: «En Asia se está elaborando de manera ejemplar desde la India, un país determinante, la confrontación con las religiones y la posición de la fe en este mundo». Los católicos de Asia padecen escenarios de cruel persecución religiosa por parte varios fundamentalismos y regímenes restrictivos, o enfrentan los retos de vivir una fe minoritaria y tener una inmensa misión evangelizadora por delante en territorios con grandes poblaciones.

De la Iglesia en Latinoamérica, destacó especialmente la exitosa organización de las Conferencias Episcopales y unidades continentales (como el CELAM), que les permite colaborar activamente en las tareas de la Santa Sede. El aporte más importante en la actualidad en su dimensión doctrinal sería el «llamamiento a la responsabilidad política y social de la fe» y la reflexión sobre la inculturación de la fe.

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Benedicto XVI interpretó la misión del pontificado esencialmente como un servicio en obediencia a Dios.

«África está hoy día a favor de los valores tradicionales», señaló en 1996 Su Santidad. La Iglesia crece notablemente en un contexto social de inestabilidad y grandes retos. «Como es lógico, las cuestiones de la construcción social -cómo puede ser el cristianismo la fuerza de la paz, la fuerza de la reconciliación- se sufren de manera muy concreta», explicó el para entonces Prefecto. «Quizá con menos teoría, pero con mayor sufrimiento y experiencia del sufrimiento, que, en definitiva, también tendrá algo que aportar a la Iglesia global», agregó.

Para aquellos años, el hoy Papa emérito destacó varias características en la Iglesia norteamericana que son determinantes para la coyuntura actual, como el enfrentamiento con las tendencias culturales y políticas secularistas y las tensiones con grupos que promueven el disentimiento con la autoridad de la Iglesia. «El catolicismo americano actual se ha convertido en una de las fuerzas determinantes de la Iglesia mundial», señaló en su momento. En Norteamérica «han surgido también movimientos religiosos completamente nuevos, nuevas congregaciones, que querrían volver a satisfacer plenamente y de forma consciente las exigencias de la vida religiosa», describió. «Lo viven desde una gran alegría de la fe, y también desean conscientemente volver a leer a los Padres y a Tomás de Aquino e instruirse y formarse con ellos». También resaltó el compromiso social de los católicos de esos países y el influjo que pueden proyectar sobre Europa, Asia y África.

El perfil del Pontífice

Sin embargo, estas consideraciones geográficas tan atractivas en el momento actual no parecen tener tanta relevancia en el pensamiento de Benedicto XVI. La figura misma del Pontífice, que describió en sus palabras y practicó en su ministerio, difiere de la imagen que suele imaginarse. «El Papa no es el mandatario supremo», expuso en su entrevista con Peter Seewald, «desde Gregorio Magno se llama el «siervo de los siervos de Dios». Para él, el Papa «debería, yo suelo expresarlo así, ser el garante de la obediencia, de que la Iglesia no haga lo que quiera. Ni siquiera el propio Pontífice puede decir: «La Iglesia soy yo», o «La tradición soy yo», sino al contrario: él está obligado a obedecer, encarna ese compromiso de la Iglesia».

Como ejemplo de esta «obediencia papal», el entonces Cardenal explicó que un Pontífice no puede transformar el sacramento del Matrimonio, pues su naturaleza y su indisolubilidad están fijadas en el Nuevo Testamento. Esta idea fue reiterada de manera enfática. «Sólo podía decir que el Pontífice no puede hacer todo lo que quiere, sino que, por el contrario, debe inculcarnos siempre la obediencia, que en ese sentido tiene que continuar el gesto del lavatorio de pies, si me permite la expresión», concluyó.

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