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La Confesión no es sólo un remedio de cura, sino de prevención

 

Redacción (Miércoles, 27-03-2013, Gaudium Press) Después de cuarenta días de preparación, estamos en medio de la Semana Santa. Ese período es un óptimo momento para confesarnos a fin de poder cenar con el Señor en el domingo de Pascua.

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San Pío de Pietrelcina, quien dedicó una parte fundamental de su apostolado a fomentar el sacramento de la Penitencia entre los fieles.  

El sacramento de la Confesión o Penitencia es dividido en examen de conciencia, arrepentimiento y penitencia.

El examen de conciencia es cuando analizamos nuestra propia conciencia y buscamos nuestros pecados y errores, vemos cómo evitarlos y en qué podemos mejorar. Es recomendable que se utilicen los diez mandamientos como base para un buen examen de conciencia.

Cuando se hace una confesión verdadera, el cristiano tiene un arrepentimiento sincero. A través del arrepentimiento, unido a la absolución sacerdotal, el alma se purifica de las manchas del pecado.

Después de la confesión somos obligados a cumplir una penitencia dada por el sacerdote. Esa penitencia puede ser tanto una oración como un acto concreto, como por ejemplo dar limosna o servir a los pobres.

De alma limpia podemos recibir a Nuestro Señor Jesucristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad presente verdaderamente en la eucaristía.

«Por medio de la confesión dejamos la vida vieja y pasamos a vivir una vida nueva. Regenerándose, restableciendo aquello que fue perdido por causa del pecado. La confesión es salir del sepulcro para una vida nueva», enseña el padre Arnaldo Rodrigues, director de la Preparación Pastoral de la JMJ.

Todavía según el sacerdote, la confesión no es sólo un remedio para quien está enfermo, sino antes es un método de prevención al pecado. «La confesión nos ayuda a mantener un ritmo de vida, el cristiano también tiene que tener ese ritmo ordinario, de disciplina en su vida para estar bien. Ritmo de unidad con el Señor y con la Iglesia. Los vínculos que nos hace cada día más santo son por medio de los sacramentos, tanto de la eucaristía como de la confesión», concluye. (EPC)

 

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