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Octubre, el Santo Rosario y la intervención de la Santísima Virgen en la historia de la humanidad

Redacción (Miércoles, 02-10-2013, Gaudium Press) La Iglesia Católica dedica especialmente el mes de octubre a la promoción del rezo del Santo Rosario y celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario el día 07 como conmemoración de uno de los grandes favores que la Santísima Virgen otorgó a la Iglesia en 1571. Pero la devota práctica de la repetición del saludo del Arcángel Gabriel a la Madre de Dios tiene mucha más historia. Cuando las cuentas del Rosario se deslicen entre sus dedos durante este mes (y ojalá frecuentemente), puede estar seguro de que los siglos de la historia de la Iglesia, pasados y venideros, se escriben entre esas avemarías.

Una breve historia del Santo Rosario

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La Madonna del Rosario, de Luca Giordano.

Los antecedentes del Santo Rosario se rastrean comúnmente a la recitación de los 150 Salmos del Rey David, una devota y antigua práctica que era accesible sólo a las personas instruidas, capaces de poseer y leer los textos. Muchos otros fieles conmutaban la oración por la repetición del saludo del Arcángel a la Santísima Virgen, a lo que se llamó el «Salterio de la Virgen». Esta humilde oración reveló con el tiempo una especialísima predilección de la Madre de Dios, quien procuró elevarla a la devoción mariana más recomendada por los Pontífices en la historia.

En el Siglo XII, cuando el «Salterio de la Virgen» no tenía aún su forma actual, Santo Domingo de Guzmán recibió una revelación de enorme importancia. Habiendo hecho enormes penitencias por la difícil conversión de los albigenses, la Santísima Virgen le aconsejó su salterio como un arma mucho más eficaz que el flagelo con el cual se disciplinaba. El Santo se dirigió a la Catedral de Tours y convocó a los fieles para predicarles, pero se desató una terrible tormenta que sólo amainó con el rezo del salterio. Con esta señal sobrenatural comenzó un intenso apostolado para promover la devoción.

La labor apostólica de Santo Domingo obtuvo gran éxito de manos de la Santísima Virgen a través de esta oración, y su práctica se mantuvo en auge durante un siglo, hasta que fue paulatinamente cayendo en el olvido.

En 1349, en medio de la tragedia de la epidemia de la «muerte negra», otro dominico, el P. Alan de la Roche vio una aparición de Nuestra Señora, quien le pidió personalmente restaurar la devoción del salterio. El religiosos, junto con los frailes de su comunidad comenzaron una nueva campaña de fomento de la práctica, esta vez dándole su forma actual con la autorización de la Iglesia.

¿Por qué octubre?

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La Batalla de Lepanto, por Paolo Veronese.

A pesar de que los milagros obrados por la intercesión de la Santísima Virgen son incontables, uno en especial mereció la institución del Día de la Virgen del Rosario el día siete de octubre. En el año de 1571, la civilización cristiana sintió que su supervivencia dependería de una batalla. La poderosa fuerza naval del Imperio Otomano desafió a la llamada Liga Santa: una armada formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. El enfrentamiento tenía tal importancia que Miguel de Cervantes, quien luchó aquel día, no dudó en llamarla «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros».

Durante la batalla, los católicos rezaron el Santo Rosario por solicitud del Papa San Pío V y, a pesar de las dificultades, las fuerzas cristianas consiguieron hacerse con la victoria. Por este motivo, se ordenó el toque de las campanas y una solemne procesión, adjudicando a la Santísima Virgen el triunfo e instituyendo la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias en la fecha de la confrontación: el 07 de octubre. El Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la solemnidad al de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

El Santo Rosario en nuestros días

En el mensaje de Fátima, en 1917, la Santísima Virgen actualiza para nuestra época el llamado a la oración del Santo Rosario y promete una vez más su intervención en la historia de la humanidad, dando origen a una renovada devoción. El Beato Juan Pablo II dedicó una Carta Apostólica a esta oración, en la que «el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor». El propio Pontífice señaló que esta oración tuvo gran importancia en todos los momentos de su vida, de la que afirmó: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad».

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Nuestra Señora de Fátima insistió en sus apariciones sobre la importancia del rezo del Santo Rosario. 

«El Santo Rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia», afirmó por su parte en 2009 Benedicto XVI. «Al contrario, el rosario está experimentando una nueva primavera». Siguiendo la reflexión del Beato Juan Pablo II, el Pontífice también renovó su invitación en 2012: » invito a rezar el Rosario personalmente, en familia y en comunidad, colocándonos en la escuela de María, que nos conduce a Cristo, centro vivo de nuestra fe».

El Santo Padre Francisco ha recomendado en varias oportunidades el rezo del Santo Rosario, y fue célebre su pregunta a los fieles en agosto de 2013: «¿Ustedes rezan el Rosario todos los días? … ¿Seguro?». El Papa motivó a los católicos a profundizar en la devoción a la Santísima Virgen a través de esta p?actica. También invitó a renovar la confianza de los creyentes, ya que Nuestra Señora » nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal».

Por estos motivos, y en unión a la riquísima tradición de amor a la Santísima Virgen, ninguna invitación puede ser mejor en este mes de octubre que honrar la piadosa costumbre de rezar devotamente el Santo Rosario. En el día de hoy, tal como en 1571 y en tantas otras oportunidades, la historia de los hombres y de la Iglesia de Cristo pende de la cadenilla y las cuentas de la más arraigada muestra de oración sincera a la Madre de Dios.

Gaudium Press / Miguel Farías.

 

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