martes, 12 de noviembre de 2024
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Siervo de Dios Agustín Tolton: el primer sacerdote negro en Estados Unidos

Chicago (Martes, 05-11-2013, Gaudium Press) Una vida marcada por las dificultades y la fidelidad a Cristo mereció que el primer sacerdote negro de Estados Unidos fuera declarado Siervo de Dios en 2012. El Padre Agustín Tolton padeció con paciencia las diversas formas la discriminación de su tiempo y se entregó al apostolado de sus hermanos de color en Quincy y Chicago. El desgaste por la dureza de la vida y su compromiso apostólico le acarreó una muerte temprana a sus 43 años en 1897, un testimonio destacado recientemente por el informativo Religión en Libertad.

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Siervo de Dios Padre Agustín Tolton.

El Siervo de Dios Agustín Tolton no imaginó ser el primer sacerdote de raza negra de su país. Tras superar grandes dificultades y recibir el Orden Sacerdotal en Roma, donde finalmente pudo culminar su formación gracias a la cooperación de sacerdotes y Obispos que respaldaron su ejemplar vocación, esperaba ser enviado como misionero al África. En su lugar, fue destinado a su propia tierra, para cargar una cruz pesada que contribuiría a abrir caminos para el apostolado de sus hermanos de raza.

Una fe grandemente probada

La vida de fe del Siervo de Dios es fruto de una profunda formación familiar y, sobre todo, el heroico ejemplo de su madre, quien no perdió la fe a través de numerosas dificultades. El matrimonio de Peter Paul y Marthe Jane, dos esclavos negros católicos, engendró a Agustín como su segundo hijo. Apenas seis años después, el padre huyó de la granja en la que trabajaban para unirse al ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión en 1861. Muy pronto murió a causa de una enfermedad.

Marthe Jane, sin conocimiento de la suerte de su esposo, debió huir también con sus hijos, sola y en medio de la guerra. Finalmente, la madre llegó a Quincy, Illinois, donde trabajó duramente para sacar adelante su familia y donde conocería años más tarde de la suerte de su esposo.

Las dificultades que vivió el Siervo de Dios a causa de su origen y raza comenzaron en la nueva parroquia, donde a pesar del esfuerzo del Párroco y una religiosa, los fieles no aceptaron la asistencia de Agustín a la escuela parroquial. Una escuela pública para negros tampoco acogió al joven Agustín y finalmente otra escuela católica se encargó de su formación, para lo cual se requirieron continuos sermones del padre Peter McGirr motivando la caridad cristiana. Recibió el sacramento de la Confirmación y asistía a misa diariamente antes de ir a trabajar a una fábrica de tabaco.

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Tumba del Siervo de Dios. La inscripción dice «Rev. Agustín Tolton. El primer sacerdote de color en Estados Unidos» .

Más adelante, y después de aprender a seguir la misa en latín para servir como acólito, expresó su deseo de ser sacerdote y el P. Mc Guirr obtuvo del Obispo de Alton, Mons. Joseph Baltes la financiación de sus estudios si conseguía un seminario. Tras buscar sin éxito un lugar que lo aceptar, los propios sacerdotes de Quincy dieron inicio a su formación por cuenta propia y luego lo hicieron los religiosos frnaciscanos. Después de descartar la posibilidad de un instituto en Estados Unidos, el Obispo y los religiosos obtuvieron del Cardenal Giovanni Simeoni, Prefecto de la Congregación de Propaganda Fide, su admisión en el Colegio Urbaniano de Roma.

El primer sacerdote negro en el país

De esta forma, el Siervo de Dios pudo culminar sus estudios como sacerdote misionero, y tras su ordenación tuvo la gracia de poder celebrar su primera misa en la Basílica de San Pdreo, concelebrada por el Cardenal Simeoni y de conocer personalmente al Papa León XIII, por su condición de sacerdote misionero. Fue entonces cuando conoció que su territorio de misión no era otro que su propia tierra, con la expresión del Cardenal: «Si Estados Unidos nunca ha visto un sacerdote negro, deberá verlo ahora».

La llegada del Padre Tolton a su tierra natal estuvo marcado por una acogida notable y el encuentro con su madre, a quien pudo bendecir ahora como sacerdote. Sin embargo, nuevos sufrimientos le esperaban por cuenta de un único sacerdote que no escatimó esfuerzos para entorpecer su ministerio, llevado a cabo entre la población negra local, la cual llegó a tener su propia parroquia y escuela.

Este mal testimonio no ensombrecía la imagen que el Siervo de Dios siempre conservó de la Iglesia. «»Yo fui un esclavo pobre, pero los sacerdotes de la Iglesia no me despreciaron. Por influencia de uno de ellos me convertí en lo que soy. Fueron los sacerdotes de la Iglesia quienes me enseñaron a rezar y a perdonar a mis enemigos», manifestó en un Congreso en Washington en 1889. «En esta Iglesia no tenemos que luchar por nuestros derechos por ser negros. La Iglesia tiene santos negros, la Iglesia es abierta y acogedora. Es la Iglesia para nuestro pueblo».

El final de su vida

Finalmente, y tras reiteradas solicitudes por parte del sacerdote, obtuvo su traslado a Chicago, donde podría ejercer su ministerio sin obstáculos, aunque en una comunidad mucho más pobre. El intenso trabajo y su iniciativa de construir un templo le causaron una notoria debilidad física que le obligó a predicar sentado en la última etapa de su vida, mientras que los fieles notaban un fuerte temblor en sus manos y otros signos de enfermedad y agotamiento.

Pese a tener tan sólo 43 años, una oleada de calor superó su frágil salud, y el Siervo de Dios sufrió un desmayo cuando caminaba por la calle. Ese mismo día falleció a causa de una insolación y una fuerte fiebre. De acuerdo a su deseo, su cuerpo fue trasladado a Quincy, donde había recibido su vocación sacerdotal, y una multitud de personas se despidió de él en su cortejo fúnebre.

La notable fidelidad y fervor, reconocidos por quienes lo rodearon, contrastan con la ausencia de grandes logros humanos en su apostolado. Le correspondió la dura tarea de abrir camino a los muchos afroamericanos que recibirían posteriormente el Orden Sacerdotal y trabajó por convertir a la Iglesia Católica a sus hermanos de raza. Dejó inconclusa una ambiciosa obra para un templo en Chicago pero, como afirmó el Obispo Joseph N. Perry, Postulador Diocesano de su Causa de Canonización en Estados Unidos, «Dios llama a sus siervos a ser fieles, no exitosos».

Con información de Religión en Libertad y Causa de Canonización del Siervo de Dios Agustín Tolton.

 

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