sábado, 20 de abril de 2024
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"Vivamos este Tiempo de Adviento como un tiempo de reflexión y de oración", afirma el Obispo de Frederico Westphalen, Brasil

Frederico Westphalen (Jueves, 28-11-2013, Gaudium Press) Mons. Antônio Carlos Rossi Keller, Obispo de Diócesis de Frederico Westphalen, en el Estado de Río Grande del Sur, escribió un artículo con el título: «Adviento: estar preparado para la venida del Señor». En su reflexión, el prelado afirma que llegó la hora de levantarnos del sueño y vigilar para estar preparados con la respuesta de la Fe en el encuentro con el Señor que viene.

De acuerdo con el Obispo, el Adviento es la acogida de una venida de Dios a la tierra hace dos mil años, una venida a nuestras vidas, a nuestro día a día, y una venida al final de los tiempos: tanto el tiempo de la última venida de Cristo en el fin del mundo para el Juicio final, como el tiempo decisivo de nuestra muerte.

Él además resalta que con el tiempo litúrgico que ahora comienza, se aviva el deseo de que el Señor venga, y el deseo de Dios es un sentimiento inscrito en el corazón humano, porque fuimos creados por Dios y para Dios. Mons. Antônio entonces cuestiona: El deseo insaciable de felicidad que todos nosotros sentimos, ¿qué es eso si no el deseo de Dios? Para el prelado, la felicidad consiste en la posesión del bien, pero los bienes de que gozamos en esta vida nunca satisfacen plenamente el corazón humano.

«Todos aspiramos a un bien supremo, sin cualquier limitación. Ahora ese bien es Dios, de quien proceden todos los bienes. Si no existiese ese bien supremo, capaz de satisfacer las aspiraciones humanas más profundas, el ser humano sería un ser sin sentido, un absurdo y una contradicción, una pasión inútil, un ser entregado al fracaso», completa.

Según Mons. Antônio, es así que todo el ser humano es un ser naturalmente religioso, pues aspira a la unión con Dios. Él explica que en la gran diversidad de las culturas, a través de todos los tiempos y lugares, es común a todas ellas la reflexión sobre Dios y sobre los temas centrales de la existencia humana: la vida y la muerte, el bien y el mal, el destino último y el sentido de todas las cosas.

Como decía el Beato Juan Pablo II en la ONU, el 05/10/1995: «El corazón de cada cultura está constituido por su aproximación al mayor de los misterios: el misterio de Dios». El Obispo afirma que fue así que, a lo largo de los siglos, surgieron las diversas religiones, en una búsqueda de Dios a tientas, con aciertos y desaciertos.

«Siempre, pero sobretodo en las condiciones históricas en que vivimos, se experimentan muchas dificultades para llegar al conocimiento de Dios apenas con las luces de la razón, dado que: lo que dice respecto a Dios sobrepasa lo que se ve y lo que se siente. Creer en Dios exige que nosotros demos a Él y que renunciemos a nosotros mismos.»

Para el prelado, los malos deseos nacidos del pecado original nos empujan para bajo. En ese sentido, Él cita una frase de Pio XII: «Los hombres fácilmente se convencen de la falsedad o, por lo menos, de la incertidumbre de aquellas cosas que no desearían que fuesen verdaderas».

Mons. Antônio cree que es así que la ligación del hombre con Dios puede llegar a ser olvidada, desconocida, y hasta rechazada por diversas razones, como el mal ejemplo de aquellos que creen y sobretodo la difusión de ideologías contrarias a la religión, que unas veces llevan al ateísmo, otras veces al agnosticismo, al laicismo, o al indiferentismo religioso.

Por último, el Obispo resalta que el argumento, que más veces se presenta para justificar estas actitudes de poner de lado a Dios, es la revuelta contra el mal y la injusticia que hay en el mundo. Pero, conforme Mons. Antônio, si reflexionamos, comprendemos que la existencia del mal, en verdad, exige que haya alguien superior que venga a hacer justicia.

Como dice el Papa Benedicto XVI en su 2ª encíclica, Spe Salvi: «La protesta contra Dios en nombre de la justicia no basta. Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza. […] Si delante del sufrimiento de este mundo la protesta contra Dios es comprensible, la pretensión de la humanidad de poder y deber hacer aquello que ningún Dios hace y no es capaz de hacer, es pretenciosa e intrínsecamente no verdadera. No es por coincidencia que de esta premisa hayan resultado las mayores crueldades y violaciones de la justicia, pero se fundamenta en la falsedad intrínseca de esta pretensión».

El Obispo concluye haciendo una invitación: vivamos este Tiempo de Adviento como un tiempo de reflexión y de oración. (FB)

 

 

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