jueves, 28 de marzo de 2024
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El misterio y la belleza en las reducciones jesuíticas de América del Sur

Asunción (Martes, 24-02-2015, Gaudium Press) La ‘reducción’ jesuítica de la Santísima Trinidad del Paraná, a pocos kilómetros de la ciudad de Encarnación, fue la última de las construidas por los jesuitas en el Paraguay. Ésta en concreto se edificó entre 1706 y 1712. Y a pesar de haber sido abandonada desde 1768, época de la expulsión de la Compañía de Jesús de las colonias españolas, nunca dejó de atraer la atención de muchos, hasta hoy, ciertamente debido a que los monumentos que aún restan son testimonio de las especialísimas cosas que allí se estaban gestando.

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Foto: jesuitasdeloyola.org

Primero contemos que las reducciones fueron poblados construidos por misioneros jesuitas para evangelizar a los indígenas -particularmente los guaraníes-, algo así como «repúblicas cristianas de indios», entre los S. XVII y XVIII. En total fueron 30 pueblos ubicados en lo que hoy es Argentina, Paraguay y Brasil, en torno a los ríos Paraná y Uruguay. La primera reducción fue la de San Ignacio Guazú, construida en 1609.

En cada reducción había por lo menos dos sacerdotes, cuando no tres. ‘Grosso modo’, uno era encargado de la atención espiritual y el otro de los temas temporales, amplios estos, que cubrían desde los suministros hasta por veces asuntos militares.

Hay un misterio que cautiva en ellas, tal vez la idea que allí se estaba gestando una sociedad perfectamente cristiana con elemento indígena. Una sociedad que puede ser descubierta, reencontrada en su grandeza por los vestigios que legaron.

Por ejemplo la ciudadela de la Santísima Trinidad del Paraná -declarada en 1993 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y que ha vivido un proceso de restauración que ya completa cuatro décadas- en la que se destacan la antigua iglesia, el campanario, el museo, y las estructuras donde vivían y trabajaban los indígenas.

Siendo el Hermano jesuita Juan Bautista Prímoli -milanés y también arquitecto de profesión- el gran arquitecto de las reducciones, estas no podían dejar de tener el sello del barroco italiano. «Podemos decir que Trinidad conserva todavía la decoración en sí. Todavía se puede ver la estructura y el estilo italiano que es prácticamente único de este lugar. Esta misión fue en parte una creación entre el estilo italiano y el español», declaró recientemente a Efe Edgar Paredes, uno de los encargados del mantenimiento de Trinidad.

El púlpito de la Iglesia de Trinidad había quedado muy afectado por el abandono. Pero después de una labor harto paciente hoy está propuesto a la admiración de todos. «Fue encontrado en 1.500 pedazos durante las excavaciones arqueológicas y luego fue armado tipo rompecabezas por una restauradora», señaló Paredes.

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Insistimos, no es sólo la belleza de lo que allí se encuentra, sino que es una belleza evocadora de algo especial y real, por ejemplo evidenciada en las imágenes de los frisos de la Iglesia Mayor, todas esculpidas por los aborígenes, que son ángeles interpretando melodías con diversos instrumentos.

«Los angelitos musicales son un reflejo de la vida que se llevaba días a día en las reducciones, con los nativos tocando instrumentos y cantando en la parte alta de la iglesia, donde se esparcía todo un grupo de 200 niños cantores», continúa Paredes. 200 niños cantores… realmente una multitud; dato confirmado por el Padre Bartomeu Meliá, español experto en lengua guaraní, quien también es antropólogo: «En ellas [las reducciones] había misas solemnes todos los días. Había tal número de cantores que el provincial puso un límite de 40». De hecho, llegó a haber un Padre provincial exclusivamente dedicado al gobierno de los religiosos en las reducciones, pues el tamaño de lo logrado así lo requería.

El barroco no fue simplemente trasplantado de Europa a las reducciones sino que allí tomó tonalidades especiales, que lo hicieron propio, nativo, dando origen también a géneros nuevos. Tal es el caso de los «dramas evangelizadores», algo así como operetas con argumentos píos, como la conocida dedicada al Padre Fundador San Ignacio. «Cada domingo a la tarde, después de la misa, la gente iba a la plaza mayor a presenciar ese espectáculo en el que los guaraníes participaban como actores», expresa el Padre Meliá.

Hay discusiones sobre la validez o legitimidad del régimen socio-político que se gestó en las reducciones. Pero al margen de ello, no se discute que la fe católica fue penetrando en el espíritu de los indígenas, trayendo como fruto un desarrollo cultural rápido y elevado, que hacía de la convivencia entre esos hombres algo dulce, placentero, musical, laborioso, con notas sublimes.

Gaudium Press / S. C.

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