viernes, 29 de marzo de 2024
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En la parábola de la Vid y los Sarmientos, Jesús explicó a los discípulos cómo estar unido a Él aún cuando no estuviera físicamente presente

Ciudad del Vaticano (Lunes, 04-05-2015, Gaudium Press) La parábola de la vid y los sarmientos, lectura evangélica del día, fue el tema de meditación del Papa Francisco en el Regina Coeli del domingo pasado, en la Plaza de San Pedro.

Explicó el Pontífice que la intención del Señor, al narrar esta parábola poco antes de su muerte, es la de imprimir en la mente de los discípulos «una verdad fundamental: también cuando Él no estará más físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de una manera nueva, y así dar mucho fruto. Todos podemos permanecer unidos a Jesús de manera nueva». «Para expresar esta realidad Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos: ‘Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos’ (Jn 15, 4-5). Y con esta figura nos enseña a permanecer unidos a Él».

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Foto: Rome Reports

¿Que comunica el Señor a aquellos que están unidos a Él, como el sarmiento a su vid? «El amor mismo de Dios, el Espíritu Santo». Pero primero hay que estar unido a Jesús de la forma en que es posible y necesaria hoy: «Injertados en Cristo con el Bautismo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y gracias a la Iglesia podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la escucha y la docilidad a su Palabra, leer el Evangelio, la participación a los Sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Reconciliación».

Tras la unión con el Señor, la persona «goza de los dones del Espíritu Santo, que – como nos dice san Pablo – son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22); y en consecuencia hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, como un verdadero cristiano. De estas actitudes, de hecho, se reconoce que uno es un verdadero cristiano, así como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es trasformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús».

Para siempre estar unidos a la vid maravillosa que es Jesús, el Papa invitó a confiarnos a «la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe, coherencia de vida y de pensamiento. De vida y de fe. Conscientes que todos, según nuestras vocaciones particulares, participamos de la única misión salvífica de Jesucristo».

Con información de Radio Vaticano

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