viernes, 17 de mayo de 2024
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Una leyenda medieval…

Redacción – (Viernes, 18-09-2015, Gaudium Press)  En un reino distante, un hombre fue condenado a muerte. ¿Qué crimen había cometido? No se sabe. En el momento de la ejecución, cuando la lámina estaba lista para caer, se oyó un grito, venido del medio del pueblo: «¡Este hombre no debe morir!». Un magistrado allí presente en seguida identificó al interpelador, y le preguntó: «¿Con qué autoridad interrumpes a este acto?». El hombre respondió que el reo era inocente. Se creó, entonces, un pequeño alboroto.

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Por una eventualidad, el rey, la reina y algunos nobles, pasaban por los alrededores y, al percibir la confusión, resolvieron aproximarse. Después de oír las explicaciones, la reina se volvió para el rey y le suplicó: «Creo en la inocencia de este condenado, porque nadie defendería con tanta osadía una mentira. Os pido que vuelvas atrás con la sentencia».

Buscando resolver la situación de la forma más rápida posible, uno de los nobles se acordó de una ley que permitía la liberación de un condenado, si alguien lo salvase pagando mil quinientas libras. En atención a la soberana, los presentes resolvieron dar lo que cada uno tenía en el momento, a fin de obtener la suma exigida. Después de reunir todo, vieron que faltaban apenas cuatro libras. Pero nadie tenía más nada.

En vista de eso, el verdugo resolvió revisar al reo y, sorprendido, encontró en su bolsillo el dinero necesario. Puesto en libertad, el ex-reo cayó a los pies de los monarcas, con profunda gratitud y reverencia.

¿Quién es este hombre que, en la inminencia de su ejecución, fue salvado por la bondad del rey, por la intercesión de la reina y la ayuda de los otros?

Cualquiera de nosotros. En la hora de nuestra muerte, en nuestro juicio, lo que nos salvará será la misericordia de Dios, la intercesión de la Santísima Virgen y los méritos de los santos. ¡Pero todo esto de nada nos valdrá si no llevamos con nosotros por lo menos «cuatro libras» de buenas obras!

Por Ir. Mariella Emily Abreu Antunes, EP
(Del Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica – IFTE)

 

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