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¿Quién es Dios?

Redacción (Miércoles, 06-07-2016, Gaudium Press) Esa es la pregunta que habita naturalmente en el corazón del ser humano. Fruto del sentido de lo divino en su alma, todo hombre tiene el deseo de saber quién es ese Ser Absoluto, quién es ese Gobernador Universal que rige todas las cosas. Tanto es así que, en todos los lugares, en todas las épocas y pueblos, hubo el deseo de entrar en contacto con lo sagrado y la manifestación de algún culto religioso. Aunque todos se hiciesen esa pregunta, muchos encontraron la respuesta equivocada, cayendo en idolatría. Entretanto, mientras unos adoraban dioses falsos, el propio Dios declaraba Quién es Él al pueblo electo.

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Aquel que Es

Dios Respondió a Moisés: «YO SOY AQUEL QUE SOY». Y agregó: «Es así como responderás a los israelíes: Aquel que se llama YO SOY me envia junto a vos. (cf. Ex 3, 14)

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que debemos humildemente admirar esa respuesta divina, sabiendo que, al revelar su nombre misterioso de Iahweh, «Yo soy Aquel que es» o «Yo soy Aquel que SOY» o también «Yo soy Quien soy», Dios declara quién Él es y con qué nombre se debe llamarlo. Este nombre divino es misterioso como Dios es misterio. Él es al mismo tiempo un nombre revelado y como que el rechazo de un nombre. De ese modo, se expresa la realidad de Dios como Él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: él es el «Dios escondido» (Is 45,15), su nombre es inefable, y él es el Dios que se hace próximo de los hombres. 1

Santo Tomás de Aquino, lucero en el firmamento de la Santa Iglesia y la Teología, afirma que, para saber Quién es Dios, se precisa usar las vías de la negación y la analogía, o sea la comparación. Imaginemos, entonces, el universo como lo conocemos. Estrellas, planetas, galaxias y otros cuerpos celestes que tal vez el ser humano nunca conozca. Delante de esa grandeza y esa inmensidad quedamos estupefactos y nos sentimos pequeños, minúsculos incluso. Pero ¿qué es el universo cerca de su Creador? Grande es el Señor y sumamente alabable, insondable es Su grandeza (51, 144,3). Dios es infinitamente mayor que el universo, el cual cerca de Él, no es sino una mera criatura; «en sus manos están las profundidades de la Tierra, y las cumbres de las montañas le pertenecen. De él es el mar, él lo creó, así como la tierra firme, obra de sus manos.» (Sl 94, 4-5)

La Infinidad de Dios

Algunos de los atributos de Dios poseen ese adjetivo: infinito. Entonces es la Bondad Infinita, la Belleza Infinita, la Perfección Infinita. ¿En qué consiste esa infinidad de Dios?

El mismo Santo Tomás explica que, en algo material, la infinidad es una imperfección, ya que la materia es delimitada por una forma y, si fuese una forma infinita, sería casi una materia sin forma, una imperfección. Entretanto, Dios no es materia. Y una forma no restringida a una materia es más perfecta, expresa más su amplitud, porque subsiste por sí. Aquel que es sumamente formal, el Ser divino que no está contenido en algo, es infinito y perfecto en razón de eso. 2

Además, el intelecto humano extiende la intelección a lo infinito, y señal de eso es que, puesta a su conocimiento alguna cantidad finita, él puede pensar en otra mayor. Ahora, esa ordenación del intelecto para lo infinito sería inútil, caso no existiese alguna cosa inteligible infinita, que debe ser la mayor de todas. 3 Siendo el hombre creado por Dios y para Dios, uno de los mejores ejemplos de la infinidad de Dios es la propia alma humana, que tiende siempre a lo infinito y lo absoluto.

La jerarquía como reflejo de la infinidad y la inmensidad de Dios

A partir de estas consideraciones, es posible llegar a la conclusión de que esos atributos de Dios explican la existencia de tantos seres diferentes en el mundo. Cualquier persona con uso de la razón puede llegar a la conclusión de que la igualdad absoluta no existe, en ningún aspecto del universo, en ningún campo de la vida humana, entre ningún animal o vegetal, ni entre los ángeles, ni siquiera entre las piedras. El Profesor Plinio Correa de Oliveira, gran pensador católico del S. XX, desarrolla la idea de que para que haya reflejo de Dios en la creación, no posible que ese reflejo se dé en una sola criatura, porque siendo Dios infinito, ella sería Dios. Por ello la necesidad de una multiplicidad de criaturas, diferentes y ordenadas, para que sea más perfecta la expresión de la infinidad y la inmensidad de Dios. Todos los seres existen en cadena, en una interrelación constante, constituyendo un único y bello orden en el cual superiores e inferiores son necesarios los a los otros. 4

La presencia de Dios

Como se puede observar, el concepto de infinidad presupone el de ubiquidad. Vimos que, siendo Dios infinito, no puede ser contenido en ningún lugar, pues así estaría limitado. Entretanto, si no podemos afirmar que Dios está en algún lugar específico, tampoco podemos afirmar que no está en ningún lugar. Viene de ahí la conclusión de que Él está en todos los lugares y en todas las cosas: la ubiquidad de Dios. Así afirma el salmista: «¿para dónde iré, lejos de vuestro Espíritu? ¿Para dónde huir, apartado de vuestra mirada? Si subo hasta los cielos, allí estaréis; si bajo a la región de los muertos, allá os encontraré también». (Sl 138, 7-8)

No pensemos que todas las cosas son «partículas» de Dios, pero sí que todo, siendo criatura suya, no puede huir de su mirada y es sustentado en la existencia por el Creador. Saber eso es de gran importancia para el ser humano, que, viviendo con esto presente, pensaría dos veces antes de practicar cualquier acto. Así nos da ejemplo San Francisco de Sales, que vivía tan compenetrado de la presencia de Dios que, estando solo o en compañía de otros, siempre tenía una postura digna, modesta y solemne. Acostumbraba decir que no sentía constreñimiento alguno delante de reyes o príncipes, pues estaba habituado a encontrarse en la presencia de un Rey mucho mayor, que le inspiraba respeto. 5

Al darnos cuenta de tanta grandeza, tal vez nos sintamos pequeños y retraídos delante de Dios Creador y Omnipotente. ¡Gran engaño! Recordemos que Él se hizo hombre y quiso habitar entre nosotros. Nuestro Señor Jesucristo está día y noche a nuestra espera en el sagrario. ¡El Dios infinito que está en todos los lugares, está allí no solo como Sustentador y Creador, sino en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad! ¡No rechacemos don tan excelso! Que crezcamos en la devoción a Nuestro Señor Sacramentado, y le agradezcamos por tanto amor que manifestó por nosotros.

Por Laura Compasso de Araujo

1 Catecismo da Igreja Católica, ed. Loyola, 2011, p. 65, 206.
2 Summa Theologica 1, q.7, a. 1.
3 Suma contra os gentios, Livro 1, c. XLII, 8.
4 Revista Dr. Plinio, n° 117, dezembro de 2007. A hierarquia na criação, p. 11.
5 ITTA, IFAT. Deus… Quem é Ele?. Instituto Lumen Sapientiae, São Paulo, 2012, p. 50.

 

 

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