sábado, 23 de noviembre de 2024
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Postulador de la Causa de San José Sánchez del Río: "Es una figura excepcional"

Ciudad del Vaticano (Martes, 18-10-2016, Gaudium Press) La imagen de San José Sánchez del Río resulta a la vez cautivante y estremecedora: Un niño de menos de 15 años que enfrenta con valentía un martirio especialmente cruel, sin renegar de su fe y con perfecta claridad de los principios por los cuales da la vida, caminando con pies ensangrentados con la firme esperanza de la salvación eterna. El perfil de este joven mártir de la persecución religiosa en México, canonizado por el Papa Francisco el pasado 16 de octubre fue profundizado por el postulador de su causa, P. Fidel González, en entrevista con The National Catholic Register, quien lo calificó como «realmente una figura excepcional».

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San José Sánchez del Río, imagen oficial para la canonización. Foto: Santuario de los Mártires de Cristo.

El P. González recordó que todos los fieles reciben la gracia del Espíritu Santo en su bautismo, la cual crece y se desarrolla en el alma durante toda la vida. En el caso de San José Sánchez del Río, los frutos ya estaban listos a sus 14 años de edad. «El mostraba una madurez psicológica mucho más alta que la de su misma edad. Podríamos decir que psicológicamente tenía la madurez de alguien al menos de 18 o 20 años», comentó el sacerdote, «especialmente como lo demostró en su firme decisión de dejarlo libre de prisión a cambio de la apostasía de su fe en Cristo». La respuesta del Santo, incluso ofrecida a sus propios padres, desconcierta por su seguridad: «Mi fe no está a la venta».

No dejó de proclamar a Cristo

Para el Postulador, esta frase indica su conocimiento del valor de la relación con Cristo a pesar las penalidades que le esperaban por su fidelidad. Mientras lo torturaban recibió propuestas de estudiar en Estados Unidos, o ser admitido en el Colegio Militar, cosas reservadas a los miembros de las familias de mayor influencia. Además de las tentaciones de bienes materiales, sus captores intentaron disuadirlo con enormes sufrimientos. El Santo «fue torturado de formas inhumanas», recordó el P. González. «Ellos incluso desollaron la planta de sus pies, hiriéndolo repetidamente con cuchillos para seguir causándole dolor. Le hicieron caminar con sus pies desollados – lo que dejó huellas de sangre por todas partes – hacia el cementerio, el lugar de fusilamiento, donde murió. A pesar de todo esto, permaneció firme en la fe, gritando: ‘Viva Cristo Rey'».

Este grito, común entre los mártires cristeros perseguidos por el régimen del presidente Plutarco Elías Calles, contiene un rico mensaje teológico y una proclamación de la centralidad de Cristo en la historia de la humanidad. «San José no dejó de proclamar a Cristo», recordó el Postulador. Ante la proposición de gritar lo contrario y salvar su vida, el mártir gritó vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. «La invocación de Nuestra Señora de Guadalupe fue significativa, también, ya que esta fue la primera manifestación concreta de Dios en la historia de México y Latinoamérica».

A pesar de haber trabajado 31 años en la Congregación para las Causas de los Santos, el P. González nunca había investigado el caso de un mártir tan joven. «Es un caso único, donde uno puede ver realmente el poder de la divina gracia», comentó. Para el Postulador, San José Sánchez del Río es mártir de la fe, pero también de la libertad religiosa, de la libertad de opinión, de los derechos negados por el totalitarismo. El siglo XX es el siglo de los regímenes totalitarios, cada uno diferente de los otros, pero todos estuvieron de acuerdo en hacer de lado a Dios». Para el sacerdote, su testimonio de que la fe no está en venta «es especialmente verdadero en un mundo como el de hoy, lleno de ambigüedades, de relativismo, de nihilismo cultural dominante, concluyó. «La fe cristiana, en cambio, tiene una base sólida (…) y si la ponemos de lado, entonces todos los derechos de la persona pierden consistencia y terminan a merced del poder político».

Con información de National Catholic Register.

 

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