Redacción (Miércoles, 29-11-2017, Gaudium Press) Natalis solis invicti: con este nombre, el Emperador de Roma, Aureliano (270-5) oficializaba la tradicional conmemoración del sol naciente e invencible.
Todos los años, el día 25 de Diciembre, sucedía algo muy curioso… Debido a la inclinación natural del planeta, en el hemisferio norte transcurría el día más corto y, consecuentemente, la noche más prolongada del año.
El paganismo de los romanos atribuía a ese hecho el significado de ser una amenaza de los dioses, pues notaban, a lo largo de las estaciones, la progresiva disminución de las horas solares, hasta llegar al clímax que se daba en esa ocasión. Asustados, les ofrecían desagravios y, por medio de prolongados rituales y celebraciones, juzgaban atraer el beneplácito de los dioses, evitando así el desaparecimiento de la luz.
Con el adviento del Cristianismo, los romanos recién convertidos guardaban saudades de las fiestas realizadas por ocasión del Natalis Solis Invicti. Por esta razón, la Santa Iglesia encontró un sapiencial medio de direccionar para el bien esa arraigada tradición: conmemorar, en ese mismo día, el nacimiento del «Sol de la Justicia que trae la salvación en sus rayos» (Ml 3, 20). Y apoyada en pasajes de la Sagrada Escritura, en los cuales el Mesías es presentado como la «Luz para iluminar las naciones» (Lc 2, 32) (cf. Jo 1, 9), emprendió la cristianización de esa vieja costumbre pagana.
Un antiquísimo mosaico del siglo III, encontrado en la cripta vaticana y conocido como el Mausoleo de los Iulii, conjuga grandiosamente las imágenes de Cristo y del Sol, sobre un carruaje triunfante. Con base en esto, se atribuye al Emperador Constantino, constructor de la Basílica Vaticana, ser uno de los primeros a instituir, en esa fecha, la celebración de la Navidad.
El primer calendario a constatar ese hecho fue editado por un personaje conocido como Filocalos (354). Con todo, la declaración oficial de la Santa Iglesia fue proferida por el Papa Julio I (337-352).
Como enseña la Doctrina Católica, las fiestas del año litúrgico nos hacen participar de las mismas gracias dispensadas por Dios en el propio episodio conmemorado. Habiendo, pues, la Cátedra infalible de Pedro unido esa determinación en la tierra, fue unida también en el Cielo (cf. Mt 16, 19), atrayendo de esta manera bendiciones copiosísimas para el día 25 de Diciembre, ¡Navidad del Señor!
Por Sebastián Correa Velásquez
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