martes, 12 de noviembre de 2024
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Ángelus: la verdadera riqueza es ser amado por Dios

¿Cómo podemos saciar nuestra sed de vida y felicidad?” preguntó el Papa a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro. Francisco advirtió a los presentes sobre la ilusión de seguridad que ofrecen las posesiones materiales, recordándoles que el verdadero bien que todos desean es Dios mismo.

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Foto: Vatican news

Redacción (14/10/2024 10:11, Gaudium Press) En el Ángelus de ayer domingo 13 de octubre, el Papa Francisco reflexionó con base en el Evangelio de San Marcos (Mc 10, 17-30), que trata del joven rico que pregunta a Jesús qué debe hacer uno para heredar la vida eterna. “Al principio, él corre hacia Jesús; pero al final se marcha triste”: analizó el Papa estos dos movimientos.

El Pontífice ve en el correr del joven hacia Jesús un deseo “grande e impetuoso”, “como si algo en su corazón lo impulsara”. Ciertamente llevaba consigo insatisfacción, señala el Papa. El hombre tenía muchas posesiones, pero “llevaba dentro de sí una inquietud, estaba en busca de una vida más plena”. Se arrojó a los pies de Jesús, como lo hacen “los enfermos y los endemoniados”, expresando su necesidad de curación. El Evangelio cuenta cómo Jesús, mirándolo con amor, le propone una “terapia”: vender todo lo que tenía, dárselo a los pobres y seguirlo. La reunión termina inesperadamente. El rostro del hombre se entristece y se marcha, “fría y rápidamente”.

También nosotros, destaca Francisco, llevamos en el corazón “una necesidad incontenible de felicidad y de una vida llena de sentido” y, sin embargo, advierte el Papa, es fácil “caer en la ilusión de pensar que la respuesta está en la posesión de bienes materiales y en seguridad terrenal”. Al contrario, Jesús “quiere reconducirnos a la verdad de nuestros deseos y hacernos descubrir que, en realidad, el bien que deseamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y sólo Él puede darnos”.

Por eso, Jesús nos invita a “arriesgarnos en el amor”, vender nuestros bienes, es decir, despojarnos de nosotros mismos y de nuestra falsa seguridad, estar atentos a los necesitados y compartir nuestros bienes, no sólo nuestras cosas, sino lo que somos. Debemos ofrecer a los demás nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo.

Luego, el Papa invitó a quienes acudieron a escucharlo en la plaza de San Pedro a arriesgar el amor, preguntándose “¿a qué está apegado nuestro corazón? ¿Cómo satisfacemos nuestra hambre de vida y felicidad? ¿Sabemos compartir con los pobres, los que están en dificultades o los que necesitan un poco de atención, una sonrisa, una palabra que les ayude a recuperar la esperanza?”

Francisco subrayó que la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, sino “ser amado por Dios y aprender a amar como Él”. Y concluyó pidiendo la intercesión de la Virgen María para ayudarnos a descubrir en Jesús “el tesoro de la vida”.

Con información de Vatican News.

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