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Ante las olas de un mar embravecido, invocar a Jesús y acogerlo, dijo el Papa

En el Ángelus dominical el Papa comentó el evangelio del día que trata de Pedro caminando sobre las aguas.

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Foto: Screenshot YouTubeVaticanNews

Redacción (14/08/2023, Gaudium Press) En el Ángelus de ayer, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el evangelio del día que habla de la aparición del Señor en el mar de Tiberíades, cuando San Pedro caminó sobre las aguas, pero a quien en determinado momento le faltó confianza.

Hoy Cristo repite a cada uno de nosotros: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! Ánimo, porque estoy aquí, porque ya no estás solo en las aguas bravas de la vida”, dijo el Papa Francisco.

Detrás del caminar [de Jesús] sobre las aguas hay un mensaje que no es inmediato para nosotros. En efecto, en aquella época, las grandes extensiones de agua se consideraban la sede de fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre; sobre todo cuando estaban agitadas por la tempestad, las profundidades eran símbolo del caos y recordaban las tinieblas del inframundo”.

Así, los los discípulos se encuentran en medio del lago, en la oscuridad: en ellos está el miedo a hundirse, a ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir, sobre esas fuerzas del mal, y dice a sus discípulos: “Ánimo, soy yo, ¡no tengan miedo!”.

He aquí el significado del signo: los poderes malignos, que nos atemorizan y que somos incapaces de dominar, con Jesús se ven disminuidos. Él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: «No tengan miedo, yo pongo a tus enemigos bajo tus pies»: ¡no las personas!, ellos no son los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: a estos enemigos Él los pisotea por nosotros”, expresó el Pontífice.

Entonces, ¿qué hacer cuando nos encontramos en alta mar y a merced de vientos contrarios? Invocar a Jesús y acoger a Jesús.

Los apóstoles “Invocan: Pedro camina un poco sobre el agua hacia Jesús, pero luego se asusta, se hunde y grita: ‘¡Señor, sálvame!’ (v. 30). Esta es una hermosa oración, que expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, de que Él vence nuestro mal y nuestros miedos. Repitámosla también nosotros, sobre todo en tiempos de ‘tormenta’: ¡Señor, sálvame!”.

Luego los discípulos recibieron al Señor en la barca: el Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar en el que navegamos es a menudo agitado.

“Él no nos preserva de la fatiga de la navegación, sino que – el Evangelio lo subraya – exhorta a los suyos a zarpar: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que también ellas se conviertan en lugares de salvación, en ocasiones de encuentro con Él. Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad sale a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como aquella noche en el lago”.

Ante mis temores, ¿cómo actúo? ¿Voy solo, con mis propias fuerzas, o invoco al Señor?”, preguntó Francisco al final de la alocución.

Con información de Vatican News.

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