lunes, 07 de octubre de 2024
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Canonista señala errores en decreto de Cardenal Braz de Aviz contra Heraldos del Evangelio

Marco Tosatti ha publicado una carta de José Manuel Jiménez Aleixandre, canonista y miembro de los Heraldos.

Heraldos 2

Redacción (22/09/2021 12:58, Gaudium Press) El reconocido vaticanista y periodista italiano Marco Tosatti, ha publicado una carta de José Manuel Jiménez Aleixandre, Heraldo del Evangelio y doctor en Derecho Canónico, que contiene sus apreciaciones sobre el reciente decreto del Cardenal Braz de Aviz, ordenando que los menores alojados en casas de los Heraldos del Evangelio regresen junto a sus familias antes de iniciar un nuevo año lectivo. En la comunicación del hermano Jiménez, además de sus juicios, están contenidas interesantes informaciones inéditas acerca del espinoso asunto.

El canonista Jiménez ha estado al tanto de todo el drama

Manifiesta Jiménez en su comunicación, que “como canonista he estado en contacto con el Comisario (Cardenal Raymundo Damasceno Assis) y sus auxiliares” y cuenta que “incluso todos ellos, han expresado repetidamente su perplejidad acerca de ciertas actitudes autoritarias de su Eminencia Aviz, en claro contraste con la constante enseñanza del Pontífice” reinante.

Destaca el canonista que el decreto del Cardenal Braz de Aviz tiene un carácter bastante singular, pues “impone al comisario de actuar contra la Asociación y contra las familias sin haber escuchado antes su opinión. En cierto modo, el comisario es comisariado, considerándolo tal vez poco eficiente o, incluso un inútil. Aquí está el primer abuso de autoridad del Eminente Aviz”.

Numerosas comunicaciones”, ¿reales?

Jimenéz cuestiona que las “comunicaciones” que sirvieron de justificación para la medida del Cardenal Braz de Aviz – “en las que constarían las siguientes quejas: 1. Las familias serían excluidas de la vida de sus hijos, y el contacto entre padres e hijos sería insuficiente; 2 La disciplina excesivamente rígida impuesta a los menores; 3. La necesidad de prevenir posibles abusos de conciencia y plagio contra menores” – sean “secreto de cardenal”, que “sólo el Eminente Aviz tiene derecho a conocerlo. Y así, desgraciadamente, los otros tienen que sufrir sanciones por la fuerza de su secreto, sin poder defenderse”.

Heraldos

¿Los Heraldos, acusados, no tienen derecho a defenderse? ¡Qué va! ¡Ni hablar! Son conservadores, para ellos la sospecha ya es una condena. ¿Estaremos así frente a un nuevo episodio anacrónico y grotesco de la ‘ley de los sospechosos’ de la infame Revolución Francesa? La Congregación [de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, dirigida por el Cardenal Braz de Aviz] tiene la palabra…”, expresa.

Incluso, Jiménez comenta que esas comunicaciones que fundamentarían el retiro de los chicos, no provienen de verdaderos padres de familia de menores alojados con los Heraldos: “En realidad, entre las ‘numerosas comunicaciones’ recibidas en manos del Eminentísimo Aviz, ¿cuál realmente proviene de una familia que tenga un hijo menor de edad alojado en las casas de los Heraldos del Evangelio? ¿Podría por lo menos nombrar alguna familia? La Congregación tiene la palabra…”. Plantea también que si esas “numerosas comunicaciones” de autoría de supuestos padres de niños en los Heraldos fuesen “fuesen inconsistentes, el Eminentísimo [Cardenal Braz de Aviz] podría ser acusado del delito de falsedad conforme el c. 1390, que sanciona la calumnia como perjudicial para la buena reputación de los demás”.

Contradicciones internas del decreto

Afirma asimismo el canonista, que el decreto incluye una presunción “que los Heraldos casi que han secuestrado a los niños ya que deberían devolverlos a manos de sus padres”, lo que se constituye en una “gravísima acusación que, de no probarla, resultaría en una nefasta calumnia tanto contra los Heraldos, como contra los propios padres, considerados por el Cardenal irresponsables e incapaces”.

Cuenta Jiménez en su comunicación, que el Comisario de los Heraldos, Cardenal Damasceno, “declaró en un primer momento que no podría aplicar las decisiones de Roma porque no correspondían a la realidad de los Heraldos”, pero que finalmente prevaleció la voluntad del Cardenal Braz de Aviz: “Si en ocasiones [el] Cardenal Comisario se había mostrado bastante sensato, esta vez, sin embargo, la pusilanimidad lo ha asemejado un poco al pretor romano Poncio Pilato: “No encuentro ninguna falta en este hombre ”(Lc 23,4) pero…”, afirma.

Apunta también el canonista Jiménez que la postergación de la propia medida ‘curativa’ indicada en el decreto, desmiente que no existe el grave peligro que el mismo decreto señala: “¿Cómo puede el Eminentísimo Prefecto afirmar, en su decreto, que existe el peligro de ‘abuso de conciencia y plagio contra menores’, y, al mismo tiempo manda que las medidas de precaución sean tomadas “al final del año escolar”? Si estos menores estuviesen verdaderamente en peligro, ¿por qué habría que dejarlos otros seis meses en riesgo de sufrir ‘abuso de conciencia y plagio’?”

Acusaciones ya desestimadas por la justicia civil

Tras recordar que los padres de familia de niños en los Heraldos recogieron en pocos días numerosas firmas rechazando la determinación del Cardenal Braz de Aviz, y que célebres juristas han apuntado ilegalidades en el decreto, Jimenez manifiesta también que esas mismas calumnias que el Cardenal admite como verdaderas, un “grupito hostil a los Heraldos” las presentó como “quejas formales en seis tribunales brasileños. Y, después de los procedimientos judiciales, todos los procesos, que eran seis, fueron sobreseídos, por falta de pruebas y falta de verosimilitud con la realidad”.

Termina Jiménez su comunicación, temiendo por las posibles afectaciones a los más indefensos, “los niños y niñas que residen en nuestras casas”, quienes pueden enfrentar duros contextos al regreso a sus casas: “No se puede describir la tristeza dibujada en los rostros de estos jóvenes entusiastas que ven su futuro cubierto de nubes oscuras y amenazadoras”.

Tenemos nuestra confianza depositada en Dios, nuestra fuerza, y en Nuestra Madre, María. Hacia Ellos levantamos la mirada y rezamos llenos de esperanza: Gaude Maria virgo, cunctas haereses sola interemisti in universo mundo”, concluye.

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