viernes, 29 de marzo de 2024
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Ofrecer a fieles algo diferente a los mandamientos es defraudarlos: Obispos escandinavos

No hemos recibidos el Orden Sagrado para predicar ideales pequeños de nuestra propia fabricación”, dicen estos prelados hablando de la sexualidad humana.

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Foto: Timothy Eberly en Unplash

Redacción (28/03/2023 06:32, Gaudium Press) La Conferencia Episcopal de los países escandinavos, o Conferencia Episcopal Escandinavia –la cual agrupa los obispos de Dinamarca, Noruega, Suecia, Islandia y Finlandia– ha emitido una “Carta Pastoral sobre la sexualidad humana”, que ha sido hecha pública en este quinto domingo de Cuaresma que acaba de pasar.

La imagen de Dios está también impresa en el cuerpo humano

En este documento, y tras condenar “toda forma de discriminación injusta”, los obispos discrepan de aquellos movimientos que proponen “una visión de la naturaleza humana separada de la integridad corporal de la persona, como si el género físico fuera accidental”, como lo afirma la llamada ideología de género.

Y protestamos cuando se fuerza esa visión sobre los niños presentándola como una verdad probada y no como una hipótesis temeraria, y cuando se la impone a los menores como una pesada carga de autodeterminación para la que no están preparados”, continúan. “Cuando profesamos que Dios nos creó a su imagen, esa imagen no sólo se refiere al alma: está misteriosamente inscripta en el cuerpo también. Para los cristianos el cuerpo es una parte intrínseca de la personalidad”.

De acuerdo a estos prelados, aceptarse a sí mismo “pasa por confrontarnos con la realidad. Nuestras heridas y contradicciones están comprendidas en la nuestra realidad vivida. La Biblia y las vidas de los santos nos muestran como nuestras heridas, por la gracia de Dios, pueden volverse una fuente de sanación para nosotros y para los demás”.

La Iglesia es muy comprensiva en el camino del hombre hacia la perfección

La imagen de Dios impresa en la naturaleza humana “se manifiesta en la complementariedad de lo masculino y lo femenino. El hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: el mandato de ser fecundos depende de esta relación recíproca, que es santificada por la unión matrimonial”, unión que no significa que “sea sencilla y desprovista de sufrimiento. Para algunas personas parece incluso una opción imposible. En nuestra intimidad, la integración interior de las características masculinas y femeninas puede resultar ardua. La Iglesia es consciente de esto. Ella desea acoger y consolar a todos aquellos que experimentan dificultad en este ámbito”.

En el campo de la sexualidad humana “el paso de la promiscuidad a la fidelidad, por ejemplo, es ya un salto enorme, independientemente de que esa relación, ahora fiel, corresponda enteramente o no al orden objetivo de una unión nupcial bendecida con el sacramento. Toda búsqueda de plenitud e integridad merece respeto y debe ser sostenida. El crecimiento en sabiduría y virtud es orgánico, ocurre de modo gradual. Al mismo tiempo para que el crecimiento tenga fruto debe estar ordenado a un fin. Nuestra misión y tarea como obispos es señalar la orientación del camino de los mandamientos de Cristo que son fuente de paz y de vida. El camino es estrecho al inicio pero se ensancha a medida que avanzamos. Ofrecer algo menos exigente sería defraudaros. No hemos recibidos el Orden Sagrado para predicar ideales pequeños de nuestra propia fabricación”.

Estamos llamados a ser hombres y mujeres nuevos

Siendo cierto que la Iglesia es hospitalaria, y que es “la misericordia de Dios descendiendo a la humanidad”, es verdadero también que “esta misericordia no excluye a nadie, pero fija un ideal elevado. Este ideal está expuesto en los mandamientos, que nos ayudan a crecer más allá de angostas nociones de nuestra identidad. Estamos llamados a convertirnos en hombres y mujeres nuevos. Todos poseemos aspectos caóticos de nuestra persona que necesitan ser ordenados. La comunión sacramental presupone una vida vivida de manera coherente en conformidad con la alianza sellada por la Sangre de Cristo. Puede suceder que las circunstancias de vida de un fiel católico le impidan, por un tiempo, recibir los sacramentos. Él o ella no deja por eso de ser un miembro de la Iglesia. La experiencia del exilio interior vivida en la fe puede conducir a un sentido de pertenencia más profundo”.

Cada uno de nosotros tiene que recorrer su propio éxodo, pero no caminamos solos”, sentencian. “La imagen de Dios impresa en nuestro ser demanda la santificación en Cristo. Cualquier noción del deseo humano que sea inferior a este estándar es insuficiente desde un punto de vista cristiano”.

La antropología cristiana es la de raíces profundas

En la actualidad, en ese “estado de fluidez” en que están las ideas sobre lo que es el ser humano”, “lo que se da por descontado hoy puede ser rechazado mañana”. Sin embargo, “quien se aferre demasiado a teorías pasajeras corre el riesgo de salir muy lastimado. Por el contrario, necesitamos raíces profundas. Intentemos entonces hacer nuestros los principios fundamentales de la antropología cristiana”.

Finalmente los obispos dan consejos para enfrentar la perplejidad que en muchos causa la enseñanza cristiana sobre la sexualidad.

Ofrecemos un consejo amistoso a esas personas. En primer lugar, recomendamos familiarizarse con la llamada y la promesa de Cristo: conocerlo mejor en la Escritura y en la oración, a través de la liturgia y del estudio de la enseñanza integral de la Iglesia, y no de fragmentos encontrados aquí y allí. Participad de la vida de la Iglesia. La amplitud de las preguntas iniciales se ensanchará así, dilatando vuestra mente y vuestro corazón. En segundo lugar, sed conscientes de las limitaciones de un discurso puramente secular sobre la sexualidad. Este discurso necesita ser enriquecido. Necesitamos un vocabulario adecuado para hablar estos temas tan importantes. Tendremos una preciosa contribución para aportar si recuperamos la naturaleza sacramental de la sexualidad en el plan de Dios, la belleza de la castidad cristiana, y la alegría en la amistad. Esta última nos permite descubrir que una intimidad grande y liberadora también puede encontrarse en relaciones de carácter no sexual”.

En síntesis, “toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba”. “Es por este amor que el mundo fue creado y nuestra naturaleza formada. El ejemplo de Cristo, su enseñanza, su pasión salvadora y su muerte manifestaron este amor que reina victorioso en su gloriosa resurrección, que celebraremos con gozo durante los cincuenta días de la Pascua”.

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