viernes, 26 de abril de 2024
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¿Por qué María fue a visitar a su prima Santa Isabel?

En la Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel –cuya fiesta celebra la Iglesia hoy, 31 de mayo– vemos el poder de la Madre del Redentor: el eco de su voz santifica a un hombre de un momento a otro.

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Redacción (31/05/2023 12:24, Gaudium Press) Después de relatar la Anunciación, continúa San Lucas describiendo la visita de la Virgen a su prima Isabel: “En aquellos días, María partió para la región montañosa, conduciendo a toda prisa fue a una ciudad de Judea” (1, 39).

En el episodio de la Visitación, contemplemos a María desde un ángulo poco conocido y amado, aunque de capital importancia para comprender la misión de nuestra Reina Celestial: es ella la Esposa mística del Espíritu Santo.

Como sublime Esposa de Aquel que es el Autor de la Gracia, Nuestra Señora brillará en los siglos venideros por su capacidad de cambiar las almas con una eficacia más allá de cualquier expectativa.

Así, en el encuentro con santa Isabel, se levanta un velo sobre el papel de María en la santificación de la Iglesia, siendo ella, por así decirlo, un solo espíritu con el Divino Consolador, en virtud del vínculo esponsal de naturaleza mística que fue establecido entre ambos desde la Anunciación.

La prisa serena de María

En el sexto mes del embarazo de Isabel, San Gabriel visitó a la Santísima Virgen. El hecho de que el Arcángel dé el milagro que le ocurrió a su prima como prueba de su anuncio demuestra que Nuestra Señora lo ignoraba.

A diferencia de Zacarías, que dudó, María lo aceptó con toda confianza y, por eso, el evangelista narra que Ella se fue “a toda prisa” a la región montañosa.

Nuestra Señora decidió emprender el viaje no para verificar lo que le había dicho el mensajero celestial, sino para cumplir una misión comunicada por el Ángel.

El viaje de nuestra señora

De común acuerdo, la Santa Pareja de Nazaret se organizó sabiamente para el viaje de tres días. La Virgen estaría acompañada por su esposo virginal, que no pudo quedarse en Ain Karim, la ciudad de Isabel y Zacarías, sino por un breve período, regresando luego a casa para continuar su trabajo de carpintero.

Finalmente, llegaron a Ain Karim. María fue al lugar donde estaba Isabel, y el Santo Patriarca se retiró para ir a donde el dueño de casa y acomodar el equipaje de su Señora.

En la aparente normalidad de este escenario familiar, se abriría a la humanidad una nueva economía de la gracia a través de la Esposa mística del Divino Espíritu Santo.

Un saludo con efectos sobrenaturales

Cuando Isabel oyó el saludo de María…” (Lc 1, 41a), relata san Lucas con sencillez. Infelizmente no describe como fue el saludo.

viagem de nossa senhora

En su discreción y humildad, al entrar en la casa, quizás sólo dijo: “¡Isabel!” ¡Pero era la voz de Nuestra Señora! Bastaría escucharla para pasar el resto de nuestra vida extasiados. ¿Qué significan las mejores composiciones musicales de la historia frente a tan celestial armonía?

Por amor a su prima, por amor a Dios y porque sabía que tenía una misión que cumplir en la obra de la Redención, María pronunció “Isabel” con una entonación nacida más desde lo profundo de ese santo afecto que de la cuerdas vocales, porque “la boca habla de la abundancia del corazón” (Mt 12, 34).

Como madre del Precursor, el cual se asemejaría al mismo Cristo, cabía que Santa Isabel poseyera una serie de cualidades que la hicieran semejante a Nuestra Señora. Esta armonía espiritual existente entre ellas, muy superior a los simples lazos de parentesco, fue el fundamento de la amistad que las unía, manifestada por ambas partes con una humildad, elevación y afecto dignos de los Ángeles.

Visitación de Nuestra señora

Como resultado del saludo de la Mediadora de todas las gracias, “el niño saltó en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo” (Lc 1, 41b).

Tal fue la fuerza, penetración y eficacia de la voz de María que, a través de ella, la vida divina que habitaba en su Inmaculado Corazón se transmitió sobreabundantemente a su prima.

Si la venerable anfitriona aún tenía alguna mancha de culpa original, desapareció en ese mismo instante. ¡El amor de Nuestra Señora, cuando es acogido, produce un cambio inmenso!

Consecuencias de los esponsales místicos

Veamos ahora el papel de los esponsales místicos de la Castísima Virgen con el Espíritu Santo y sus consecuencias para la generación y santificación de los hijos de Dios.

Siendo Nuestra Señora la criatura más perfecta que salió de las manos del Divino Artífice, poseía todo el amor posible de su Creador por una persona concebida sin pecado y en la plenitud de la gracia. Por eso, su caridad ardiente la llevó a desear la mayor gloria para su Hijo, Dios Encarnado.

Ahora bien, el Precursor de Jesús debía estar a la altura de su misión y participar en grado eminente del poder de purificar y sublimar las almas que traía la Redención. Para ello fue necesario sacarlo de las garras del demonio, limpiarlo de la mancha original y santificarlo con gran poder.

María había adquirido un fino sexto sentido de fe, a través del cual discernía la voluntad de Dios en los más pequeños signos y se comprometía a realizarla con generosidad y perfección.

Así, consciente de que la Trinidad deseaba santificar a Juan en el seno de su madre comunicándole el don de la gracia, y que era designio divino hacerlo por su intermedio, Nuestra Señora se dejó conducir hasta Ain Karim con la docilidad y la ligereza de una nube arrastrada por el viento. Recordemos que, en sus esponsales místicos con el Consolador, Nuestra Señora se hizo como un solo espíritu con su Divino Esposo.

Por eso, ante la inminencia de la santificación de Juan Bautista, ¡el Paráclito quiso actuar en Ella y por Ella!

Su voz era la del Espíritu Santo

Debido a la unión tan estrecha e indisoluble entre los dos, la voz de María ya no fue la de ella sino la del Espíritu Santo, quien hizo de la figura, los gestos, las palabras, la sonrisa y la mirada de la Bella Virgen sus instrumentos para comunicar altísimas gracias a los demás y transformarlos. Así fue con el precursor, San Juan Bautista

Esta sabia y tierna manera en que el Espíritu Santo obra junto con María tiene su origen en su amor esponsal hacia ella. En mil ocasiones en la historia de la Iglesia ha apartado y santificado a sus elegidos en María y con María, y así será en el futuro.

Será en ella, con ella y por medio ella que el Consolador suscitará a los apóstoles de los últimos tiempos, que, como profetizó san Luis María Grignion de Montfort, llevarán al Cuerpo Místico de Cristo y al mundo a una cumbre renovada. de santidad

Por eso, debemos pedir a Nuestra Señora que su voz hable en lo profundo de nuestras almas y nos santifique, otorgándonos una virtud que a veces años de luchas y trabajo no nos proporcionaron.

(Texto basado en el libro Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens, vol II. de autoría de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP.)

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