jueves, 18 de abril de 2024
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¿Por qué y cómo descansar?

El espíritu humano busca la paz, en medio del intenso movimiento al que se ve sometido en el curso de la vida.

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Redacción (26/07/2021 15:04, Gaudium Press) Dios creó el universo en seis días y descansó el séptimo. En cada etapa, contempló el trabajo realizado y vio que era bueno. Después de haber analizado el conjunto, lo calificó de excelente y “descansó de su trabajo” (Gen 2, 2).

El fin corona la obra”, dice un antiguo refrán latino. Y “todo movimiento tiende a descansar”, afirma, a su vez, Santo Tomás de Aquino.

La naturaleza misma nos enseña esta ley. Después de las tormentas, el mar se calma, la atmósfera se vuelve serena y el aire se purifica; en esos momentos es sumamente agradable mirar al cielo y contemplar a Dios, su infinita bondad y misericordia.

Las cuatro estaciones también nos dicen algo en este sentido, ya que los rigores del invierno son sucedidos por los colores, los perfumes y la frescura de la primavera, el calor del verano es atemperado por el lento y creciente enfriamiento del otoño.

Ley del reposo

Así también el organismo humano, en su equilibrio normal, requiere un cierto número de horas de sueño cada noche. Es inherente al hombre, concebido en pecado, sufrir el cansancio; el lado animal de nuestra naturaleza se fatiga fácilmente.

Después de nuestras tareas diarias, ya sean laborales o de estudios, cuando llega la noche tenemos una necesidad vital de descansar, más si nos levantamos temprano.

Y quizás esta sea una de las razones por las que Dios quería que la Tierra girara sobre su propio eje durante las veinticuatro horas del día.

Sí, Dios instituyó la ley del reposo en el orden de los seres creados; y busca acostumbrar a los hombres, durante el estado de prueba en esta existencia terrena, al recogimiento con miras a la vida eterna.

A primera vista, el descanso puede parecer una imagen de inacción estancada, infructuosa y deteriorante. Sin embargo, es en él donde el hombre encuentra lo mejor de sus energías y de su eficiente laboriosidad.

El mismo Nuestro Señor Jesucristo, libre del pecado original y de cualquier otra mancha, quiso asumir ciertas deficiencias de la naturaleza humana y se cansó, como en el episodio en el que lo encontramos durmiendo en la barca de Pedro, en medio de la tempestad, y reprendió a los Apóstoles por no tener suficiente fe cuando lo despertaron (Mt 8, 23-26).

Nuestro Señor aconsejó a los discípulos que descansaran después de grandes actividades. “Cuando los Apóstoles regresaron a Jesús, (…) Él les dijo: Venid aparte, a un lugar solitario, y descansad un poco” (Mc 6, 30-31). Aprendamos a descansar con Jesús.

Acción y recogimiento

Un cierto concepto de descanso en nuestros días lleva a la gente a pensar erróneamente que el descanso consiste en una completa relajación física y espiritual.

Aunque los Apóstoles estaban abrumados por el cansancio, Jesús les hizo subir al monte, pues era necesario contemplar el panorama de las actividades ya realizadas y las que estaban por venir.

Sentados en lo alto de este mirador, sus ojos desvedaron un hermoso horizonte geográfico. Es indispensable trabajar en Dios y también descansar en Dios.

Nuestra vida en sociedad, especialmente cuando es apostólica, debe realizarse en una mezcla de acción y recogimiento. Es en la oración que el hombre de fe recupera sus energías y adquiere nuevas fuerzas para esfuerzos más audaces.

Por eso san Juan Crisóstomo dice que Jesús subió al monte “también para enseñarnos a descansar, en toda ocasión, del alborozo y del ruido, ya que, de hecho, la soledad es conveniente para la meditación. A menudo sube a la montaña solo y pasa la noche allí orando, lo que indica que quienes se acercan a Dios necesitan alejarse del ruido y buscar un momento y un lugar alejados del tumulto ”.

(Texto extraído, con adaptaciones, de Revista Heraldos del Evangelio, agosto de 2003).

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