martes, 15 de octubre de 2024
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San Cosme y San Damián, médicos, no cobraban sino pedían que los dejaran hablar de Jesucristo

No fue fácil para el gobernador Lisias causarles la muerte.

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Redacción (26/09/2024, Gaudium Press) San Cosme y San Damián eran dos hermanos gemelos, médicos, que vivieron en el S. III. Eran naturales de Arabia y se dice que aprendieron su ciencia en Siria.

Los llamaban los “no cobradores” pues a los pobres no pedían dinero, solo unos minutos para hablarles de Jesucristo. También se les llamaba “sin dinero”. Pero un día comenzó a circular de boca en boca que realizaban curaciones milagrosas.

La gente los apreciaba mucho, y ese aprecio hacía que su apostolado fuera muy fructífero, lo que en absoluto podía gustar al demonio, y a sus secuaces romanos de entonces.

De los últimos mártires que hubo bajo el imperio

El gobernador de la provincia de Cilicia, Lisias, buscó que dejaran de predicar. Evidentemente no lo logró: Primero obedecer a Dios que a los hombres, era la consigna de los santos.

Entonces el gobernador dio la orden de que los echaran al mar. Pero se dio el prodigio de que una ola gigantesca los devolvió a la orilla. Ciego, y en lugar de ver en ello la mano de Dios, se empecinó Lisias en darles muerte y ordenó que los quemaran.

Si embargo en el cadalso, las llamas no los alcanzaron, sino que se fueron contra los verdugos, y los quemaron. Alma endurecida o asumida por el demonio la del cruel gobernador Lisias, que tampoco en eso quiso ver el designio divino.

Finalmente Lisias ordenó que fueran decapitados, y así ocurrió. Todo esto ocurría bajo la persecución del cruel emperador Diocleciano.

Pero como pasa con frecuencia, en la tumba de estos dos mártires empezaron a obrarse prodigios.

Y por eso, aquejado de grave enfermedad, el emperador ya cristiano de Constantinopla Justiniano pidió la intercesión de San Cosme y San Damián, y fue curado. Fue después con sus más altos funcionarios hasta la propia tumba, para agradecer a los Santos, lo que hizo que la fama de estos aumentara notablemente.

En el mundo entero se han construido numerosas iglesias para honrarlos.

Con información de EWTN.

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