viernes, 19 de abril de 2024
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San Justino mártir, el primer defensor de la Fe

En sus escritos se hallan detalles interesantes de su conversión y de los primeros años de su vida.

San Justino mártir

Gaudium Press) San Justino, uno de los santos que la Iglesia conmemora hoy, siendo laico, fue el primer apologeta cristiano cuyas obras han llegado hasta hoy.

En sus escritos se hallan detalles interesantes de su conversión y de los primeros años de su vida.

Nacido de padres paganos en Samaria, era probablemente griego.

Tuvo una perfeccionada educación liberal – los griegos sabían de eso – destacándose en la retórica y la lectura de los poetas e historiadores. Y como muchos de su raza, en cierto momento se interesó por la filosofía.

Estudió a los estoicos, pero lo aburrió su silencio sobre Dios. Luego conoció a un maestro peripatético, pero lo escandalizó su gusto por el vil metal. Vino la hora de los pitagóricos, quienes le plantearon un propedéutico de música, geometría y astronomía que no le atrajo. Hasta que un día ocurrió un hecho sorprendente.

Estaba pensando en Platón y sus máximas, y sintió detrás los pasos de un venerable anciano, con quien empezó a hablar de Dios.

El anciano le dijo que él conocía una filosofía sobre la divinidad mucho más sabia que todo lo que él había estudiado, y le habló de Jesucristo, moviendo a Justino al estudio de las Escrituras, aunque ya antes le había picado el bicho del interés por la doctrina de los cristianos.

Aun en la época en que me satisfacían las enseñanzas de Platón – escribe – al ver a los cristianos arrostrar la muerte y la tortura con indomable valor, comprendía yo que era imposible que hubiesen llevado la vida criminal de que se les acusaba”, decía después de su conversión, ocurrida al parecer cuando tenía 30 años.

Aunque antes de él ya habían existido apologistas cristianos, él tiene el mérito de mostrar de forma esplendorosa la doctrina cristiana a los ojos y oídos paganos. “Tenemos la obligación de dar a conocer nuestra doctrina para no incurrir en la culpa y el castigo de los que pecan por ignorancia”.

Ataviado con las vestimentas de los filósofos, recorrió varios países discutiendo con paganos, herejes y judíos.

El odio de un derrotado

A un cínico de nombre Crescencio, le hizo patente en público su mala fe e ignorancia. Y no hay peor resentimiento que el del orgulloso derrotado en su fatuidad intelectual. Al parecer fue por maquinación de Crescencio, que San Justino fue hecho prisionero en su segundo viaje a Roma.

San Justino había presentado al emperador Marco Aurelio su Apología en favor de la religión cristiana, y entonces fue conducido al prefecto Rústico, delante de quien se declaró cristiano.

Cuando el Santo confesó con valentía a Jesucristo, negándose a reverenciar a los ídolos, estaba ya escrita su condenación.

Fue decapitado junto a otros seis prosélitos de Jesús. Se desconoce la fecha exacta de su martirio, por vuelta del año 165.

Con información de El Testigo Fiel

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