martes, 16 de abril de 2024
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San Mateo, de recaudador de impuestos a colector de almas

San Mateo tuvo la honra de que el propio Cristo se sentara a su mesa.

San Mateo

Redacción (21/09/2020 07:24, Gaudium Press) Hoy celebramos al apóstol Mateo, de quien heredamos el gran Evangelio, anunciador de la Buena Nueva.

Él era un recaudador de impuestos, con todo lo que ese cargo implicaba entonces, y aún hoy. A nadie le agrada la hora en que debe dar de su dinero al Estado, pero menos entonces, pues gente como Leví – pues así lo llaman San Lucas y San Marcos – era un esbirro de una potencia extranjera, por medio del cual el imperio subyugaba económicamente al propio pueblo.

Un publicano, despreciado por la sociedad, amado por Dios

Los romanos escogían a los colectores entre los propios subyugados, sabiendo también que estos conocerían mejor las riquezas de las que podían retirar rentas. Además también se presuponía entonces que los colectores de impuestos eran ladrones, que buscaban ese cargo para enriquecerse rápidamente.

Trabajaba Mateo en Cafarnaún, ciudad que era muy visitada por el Señor.

Seguramente Mateo ya había escuchado al Maestro, su palabra lo había conmovido, y la semilla inicial de la gracia comenzaba a dar su fruto.

Y este hombre, a diferencia del joven rico del Evangelio, fue perdiendo el apego a sus riquezas, de modo que cuando el Señor, viéndolo en la mesa de recaudación de impuestos, le dijo “Sígueme”, él simplemente “se levantó y lo siguió”. (Mt 9, 9).

Apóstol con los partos, los persas, los egipcios

Tras la ascensión del Señor, San Mateo quedó unos años predicando en Judea y luego viaja hacia los partos y los persas, y luego a Etiopía. Pero antes de esta dispersión de los apóstoles, San Mateo compuso su evangelio como lo atestigua Eusebio en su Historia Eclesiástica.

Según relatan los apócrifos, venció a dos magos que se hacían adorar como dioses; resucitó a la hija del rey Egipo (o Hegesipo).

Al final, fue martirizado como todos los apóstoles, en su caso por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, que se había convertido al cristianismo por obra del apóstol. Fue muerto por la espada, cuando se encontraba orando al pie del altar después de la eucaristía.

El evangelista San Mateo es representado por el rostro humano, según la visión de los “cuatro vivientes” de Ezequiel (1, 5 ss) retomada por el Apocalipsis (4, 6-11). A San Marcos lo representa el león, a San Lucas el buey y a San Juan el águila, por el alto vuelo teológico de su escrito.

La Liturgia aplica a San Mateo las siguientes palabras del Antiguo Testamento: “Este maestro, muy instruido en la Ley dada a Moisés por Yavé, Dios de Israel (…) sobre él estaba la bondadosa mano de su Dios. (…) se había dedicado con todo su corazón a poner por obra la Ley de Yavé y a enseñar a Israel sus mandamientos y preceptos.” (cfr. Esd. 7, 6-10).

Jesús el Mesías, quiso honrar la mesa de San Mateo y fue a comer a su casa (Mc 2, 15). Esto también se recuerda en la Liturgia, resaltando la misericordia infinita del Salvador, que quiso “elegir a san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol”.

Con información de Aciprensa

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