martes, 23 de abril de 2024
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San Ruperto de Salzburgo, o cómo Dios hace maravillas de las cenizas

Salzburgo: su nombre nos trae los aromas de Mozart, ahí nacido. Su nombre, que también trae el sabor de la sal…”

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Foto: Wikipedia

Redacción (27/03/2023 08:09, Gaudium Press) Salzburgo: su nombre nos trae los aromas de Mozart, ahí nacido. Su nombre, que también trae el sabor de la sal, pues de este condimento viene su nombre, debido a que cerca se encontraban minas de este fundamental mineral.

Este es precisamente el condimento que aparece en muchos de los cuadros de San Ruperto, su primer obispo y su patrono principal. San Ruperto, el gran evangelizador de la Baviera. También se lo representa con un barril, lleno de sal, no de vino.

Era de la familia de los rupertinos, o robertinos, familia de condes emparentada con los carolingios que dominaba en la región del medio y alto río Rin.

Siendo monje, el duque Teodon le pide que vayan a Baviera a hacer misión. Pasa por Regensburg, Lorch, por muchos lugares, dejando una estela de luz. Luego, regresando, funda un monasterio cerca de Salzburg, pero no pareciéndole un lugar apropiado para sus proyectos, con la ayuda del conde Teodoro de Baviera funda otro monasterio, cerca de la decadente ciudad romana de Juvavum, que es el más antiguo de Austria y que se constituye en el núcleo de la nueva Salzburgo. Como ocurría muchas veces, el monasterio dio origen a la ciudad.

En la construcción de ese monasterio se sumó la ayuda de dos colaboradores, Cunialdo y Gislero, que son también venerados como santos. No lejos de este monasterio dedicado a San Pedro, surge uno femenino, confiado a la abadeesa Erentrude, sobrina de Ruperto.

Es pues, de las ruinas de una ciudad decadente, que surge la nueva Salzburgo, en torno a una nueva semilla, un monasterio con el espíritu de los ‘monjes irlandeses’ que tanto bien hicieron a Europa. Prueba de que no solo de las piedras, sino de las mismas pavezas Dios puede crear maravillas, porque para haber hecho a Adán, lo más importante no fue la arcilla sino el soplo divino.

Ese soplo divino que viene de la gracia de Dios, del auxilio de Dios.

Con información de nota del P. Ángel Amo en Catholic.net

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