Estaba llena de dotes naturales. Pero Dios la elevó muy por encima del plano de la mera naturaleza.
Redacción (24/04/2021 08:54, Gaudium Press) Nace Santa María Eufrasia Pelletier en la isla de Noirmoutier en la Vendée, Francia, en el año 1796, por tanto poco después del estallido de la Revolución Francesa, y aún bajo los fétidos soplos de lo que ese episodio tuvo de persecución religiosa.
Estaba llena de dotes humanos. Poseía también una voluntad resoluta, recta y enérgica. Inteligente, amable; viva y alegre. Un verdadero tesoro de la naturaleza.
Pero cuando aparece una joya así, el demonio se preocupa, se inquieta, el odia a ese ser humano, busca aniquilarla, seducirla. Sin embargo, ella nace en un hogar muy piadoso, y esto la protege.
Cuando tenía 18 años entra a la Orden de Nuestra Señora de la Caridad, fundada por San Juan Eudes, y toma el nombre en religión de María de Santa Eufrasia.
Ella había entrado a la casa de la comunidad en Tours, pero por la Revolución las religiosas debieron huir, y solo regresaron en 1806. La Orden todavía estaba en sus inicios.
La directora se esmera en su formación, y de cuando en vez exclama en admiración: “Ella hará un día grandes cosas; encuentro en ella un no sé qué de extraordinario”. Notaba la superiora su candidez y una madurez de juicio que sobrepasaba en mucho su corta edad. Al mismo tiempo era muy obediente, algo no común cuando se tienen ciertas cualidades. Ciertamente su gran vida de piedad aquilató la virtud de la obediencia.
Fue nombrada maestra de penitentes, rodeando a las recién llegadas de atenciones. Las respetaba a pesar de sus defectos; ellas se sentían queridas.
En 1825 quieren elegirla superiora de la casa. Pero resulta que sólo tenía 29 años, y según las reglas de San Juan Eudes, necesitaba 11 años más para ese cargo. Sin embargo es elegida por unanimidad, y se obtiene la dispensa para que ocupe el puesto.
Se crea una dirección general, un generalato
En 1829 se funda una casa de la comunidad en Angers, de la que es elegida superiora. “¡Oh fundación de Angers, cuantas lágrimas me costó!”, diría después.
Cada casa de la comunidad funcionaba de manera autónoma, pero la Madre Pelletier quería que hubiese un generalato, y una casa madre para la formación de las novicias.
Después de no poco esfuerzo, ella consigue la modificación de las Constituciones por Roma, por medio de un Breve de Gregorio XVI de 1835. Cuando esto ocurrió, la campana del convento de Angers sonó misteriosamente tres veces. Dios se festejaba a sí mismo por lo ocurrido.
Después de la modificación de las Constituciones, las casas de la comunidad se multiplican de modo sorprendente. En 1838 se funda una casa en Roma.
Santa María Eufrasia abre ella misma casas en Inglaterra, Irlanda y Austria.
Muere a los 72 años, en la casa de Angers, el 24 de abril de 1868, diciendo, en medio de dolores: “¡Oh, cómo el cielo es bello. Veo el Señor en medio de sus elegidos!”
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