miércoles, 11 de diciembre de 2024
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Ejemplo de Inocencia y amor a Dios de los Pastorcitos de Fátima, comenta el Cardenal Marto

Fátima – Portugal (Viernes, 22-02-2019, Gaudium Press) La Eucaristía de la Fiesta Litúrgica de los Santos Francisco y Jacinta Marto, el 20 de febrero, en la Basílica de la Santísima Trinidad, en el Santuario de Fátima, fue presidida por el Cardenal D. António Marto, obispo de la diócesis de Leiria-Fátima.

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El purpurado manifestó su alegría por estar viviendo este momento festivo y contó a los presentes que estando con el Papa Francisco comentó con el que el número de las visitas a las tumbas de los Santos Francisco y Jacinta había triplicado después de la canonización de los Pastorcitos.

El Papa, entonces, dijo al Card. Marto: «Sabes, en un mundo herido, las personas tienen necesidad de buscar la inocencia».

El Mundo Herido

«Este mundo herido al que el Papa se refiere, nos es dado contemplar prácticamente todos los días, cuando en las pantallas de televisión o en las primeras páginas de los diarios nos es ofrecido, como espectáculo, la vastedad del mal en el mundo, la fuerza destructora del pecado del mundo», dijo el obispo de Leiria-Fátima, y después trató de las consecuencias que el mal deja en el mundo:

«La marca del dolor y de las heridas, en las personas, en el cuerpo, en el alma, y en las consciencias tantas veces heridas, al punto de ya ni distinguirse el bien del mal, en las familias tantas veces divididas y a veces ocultando la violencia que está allá adentro, en la sociedad marcada por la indiferencia y por el individualismo y egoísmo de cada uno, en los pueblos dramas de las guerras y los dramas de los refugiados que huyen de la muerte, la miseria y el hambre».

Mal que contagia los corazones y mata la inocencia

El Cardenal António Marto continuó además su reflexión: «esto es de hecho un espectáculo de la vastedad del mal, fuerza destructora del pecado, que nos asusta y mete miedo, que lleva a tanta gente a perder la confianza en la vida y, en la bondad de la vida, en la ternura, que debe marcar nuestra vida y nuestras relaciones».

«Este mal contagia el corazón, y mata la inocencia, y por eso nosotros hartos de este espectáculo, procuramos la inocencia y es en este contexto que el Papa dice esta expresión», reiteró el obispo para afirmar que «los niños son la voz de esta inocencia que hace bien a todos».

Contemplar la Inocencia en los Pastorcitos

Los Santos Pastorcitos «nos dan a contemplar la inocencia de los niños cuando están felices y se sienten amados», pero son también «la voz de la inocencia, en los rostros tristes y lágrimas en los ojos, en las caravanas de los refugiados, muchas veces solos, muchas veces a huir sin su padre o sin su madre».

Pérdida de la inocencia, de la ternura, de la santidad y la misericordia

El prelado recordó además que a los Santos Francisco y Jacinta Marto «les fue dado contemplar, en visión, los infiernos que los hombres son capaces de construir, la monstruosidad del mal, la fuerza destructora del pecado», que afligían sobre todo a Jacinta que se entristecía por la «pérdida de la humanidad, pérdida de la bondad, pérdida de la ternura, pérdida de la santidad, no solo de las personas sino del mundo».

Por otro lado, «les fue dado a contemplar la fuerza curativa, sanadora y victoriosa de la misericordia de Dios» dijo además subrayando que «fueron testimonios de esta misericordia que cura las heridas y los dolores de la humanidad».

Ellos transmitieron la inocencia a través del amor a Dios

Los santos más jóvenes, no mártires, de la Iglesia Católica «transmitieron esta inocencia a través del amor a Dios y del encanto por este amor santo misericordioso que los fascinó y los hizo sentir inmersos como en una luz», dijo Mons. Marto antes de finalizar su catequesis:

«En aquella disponibilidad de los pequeñitos, para colaborar con Dios en la reparación de los daños que el mal hace en los corazones, en las relaciones y en el mundo, a través de sus oraciones y de su sacrificio, de su amor al prójimo y de compartir lo poco que tenían, que fueran niños normales, que procuraron vivir su día a día como los pequeños y simples». (JSG)

 

 

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