viernes, 29 de marzo de 2024
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“La cuaresma no son momentos puntuales de actos de piedad, sino un estilo de vida”: capellán de la Universidad Pedagógica de Colombia

Bogotá (Lunes, 22-02-2010, Gaudium Press) El pasado17 de febrero la Iglesia católica en el mundo dio inicio a la cuaresma, tiempo litúrgico en el que sacerdotes y laicos se preparan durante 40 días para la celebración de la Semana Mayor. Este importante tiempo comienza con el miércoles de ceniza, fecha en la que el papa Benedicto XVI recordó, durante su homilía, que «la promesa de Dios es clara: si el pueblo escucha la invitación a la conversión, Dios hará triunfar su misericordia y sus amigos serán colmados de innumerables favores», informó Radio Vaticana.

En Bogotá, Colombia, muchos fieles asistieron multitudinariamente a las parroquias para recibir el signo de la cruz y así hacerse participes de tan importante acto. Al respecto el capellán de la Universidad Pedagógica Nacional y del Colegio del Santo Ángel en Bogotá, padre Alberto Sanabria, comparte con los lectores de Gaudium Press una importante reflexión.

El significado de la ceniza

«El miércoles de ceniza es el día en que la iglesia inicia algo importante que conocemos como la Cuaresma. Es un día en que las personas se acercan a las iglesias o las capillas para recibir un signo exterior. La ceniza tiene un significado primero de caducidad, de que la condición humana es efímera; la ceniza es antropológicamente un signo de que todo quedo acabado, de que todo está destruido, signo de que somos efímeros, un signo de que el ser humano es caduco.

Para nosotros es muy significativo porque tenemos que también acabar con el pecado y ver que es Dios, quien hace de nuestra pequeñez, de nuestra propia ceniza humana grandes cosas, porque somos llamados a la vida eterna», expresó el presbítero.

De este modo, al iniciar la cuaresma los católicos son invitados a tener «tres medios de acercamiento a Dios (…). El primero que nos indica la palabra del señor es el ayuno, el segundo es la ayuda, la ofrenda, la limosna y el tercero que hay que fortalecer es la oración», añadió.

El ayuno

Generalmente, al hablar de ayuno se piensa inicialmente en la abstención de alimentos; sin embargo, en este tiempo litúrgico, esta acción tiene otros significados profundos y trascendentes.

«El ayuno tiene una dimensión mucho más amplia, uno puede ofrecerle a Dios como ayuno algo que le cueste, Y eso que le cuesta a uno hay que ofrecérselo siempre con amor, porque lo mucho o poco que uno haga tiene que tener esa impronta, ese marco que es el amor (…). El ayuno tiene, de manera especial, que tener un objetivo de ofrecimiento de lo que yo me privo para entregarlo a los demás. El ayuno por lo tanto no es únicamente privarme de alimento», explicó el padre Alberto.

La limosna

En esta misma línea el segundo medio, la ofrenda, se caracteriza también por avanzar hacia una espera espiritual.

«Algo importante también en este proceso es la ayuda, la limosna que podamos dar, pero yo creo que no tiene que darse exclusivamente en una dimensión material, sino que uno puede entregar a los demás algo de sí mismo, puede ser el tiempo, puede ser una llamada, un saludo, una oración por alguien, un favor o una visita, porque hay personas que no necesitan de nosotros algo material, pero necesitan otro tipo de ayuda que puede engrandecerle», manifestó el sacerdote.

La oración

En cuanto a la oración, resalta el sacerdote, en un medio en el que se debe profundizar cada vez más, pues es a través de ella que es posible tener un encuentro cercano con Dios Padre.

«La oración tiene que ser intensificada, tiene que ser más generosa. De pronto nosotros como cristianos damos tiempo a muchas cosas menos a Dios, le damos tiempo a hablar con los demás, a ver televisión, a dormir, a jugar, a tantas cosas que humanamente son necesarias, pero también tenemos que darle ese tiempo de privilegio a Dios porque se lo merece, y es que nosotros no le damos de nuestro a tiempo a Dios, sino es Dios quien en la oración nos da su tiempo, para encontrarnos con él y fortalecernos», explicó.

Rumbo a la Pascua

Finalmente, «no nos olvidemos que el miércoles de ceniza y la cuaresma nos conduce al camino de la pascua. Yo creo que esa pascua tiene que ser vivida con la más grande alegría (…) es la posibilidad de que Jesucristo resucite en nuestra vida, en nuestro ser, para poder llevarlo de verdad con gozo. Para que en nuestro hogar se sienta esta presencia resucitada de Jesucristo, porque ahí en nuestra familia, en nuestra vida personal es donde Jesucristo tiene que ser sellado y tiene que ser la luz que resplandece para los demás», concluyó el padre Alberto Sanabria.

Gaudium Press / Nathali J. Rátiva M.

 

 

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