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El instrumento que vale por una orquesta

San Pablo (Jueves, 28-10-2010, Gaudium Press) Mucho se perdería en una celebración litúrgica católica en el caso que no hubiese un acompañamiento musical. Es cierto que permanecería lo esencial de ella, la atención especial a las palabras del sacerdote y a los gestos de la ceremonia, que nos ligan más directamente a la palabra de Dios y nos hablan de Su Misterio. Con todo, ciertamente, el papel de la música no puede ser despreciado como un catalizador para una experiencia religiosa más rica y profunda.

Obviamente, no se trata de cualquier música ni, principalmente, de cualquier instrumento. En el caso de la Iglesia católica, la música escogida para acompañar la liturgia es la sacra, y el instrumento usualmente utilizado, y considerado ideal, es el órgano, o mejor, el órgano de tubos. Pero, al final, ¿qué es este instrumento complejo cuyo sonido recuerda a una orquesta, y quiénes son las personas especiales que lo manejan?

El instrumento de alabanza a Dios

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Los diferentes timbres del órgano dan la

impresión de estar escuchando una orquesta

El órgano es un instrumento musical que se caracteriza por la presencia de diversos tubos en su exterior -a veces millares-, responsables por la salida del sonido armónico percibido como música. Es considerado un instrumento de viento, pero difiere del mismo porque el aire que hace funcionarlo no viene de los pulmones humanos, como en el caso de una flauta o saxofón, y sí de un sistema de aire comprimido, llamado fuelle, que es accionado por medio de teclas. O sea, el órgano es un instrumento de viento y de teclas, al mismo tiempo.

Su origen remonta al siglo III a.C.; época en que el instrumento era un poco distinto de lo que es actualmente. Distinto porque requería de una fuerza hidráulica para ser accionado y poseía solo siete tubos, cada uno refiriéndose necesariamente a una nota musical. Con el pasar del tiempo, entretanto, a pesar de la complejidad del instrumento, que fue recibiendo más tubos y emitiendo sonidos con timbres diferentes, este tipo de órgano, eminentemente hidráulico, fue perdiendo espacio y en el siglo V acabó siendo substituido por el órgano como hoy conocemos: el órgano neumático.

La historia del órgano musical, como instrumento a ser utilizado en las Iglesias para acompañar las ceremonias litúrgicas, comienza en el siglo XIV, pero, antes, a mediados de los años 1200, Santo Tomás de Aquino ya había hablado sobre el instrumento al reconocer que los sonidos emitidos por él elevaban el alma de los hombres a Dios. Se puede ir más lejos todavía en la línea del tempo, si se admite que el órgano es una evolución de la flauta, como algunos estudiosos consideran, pues ahí mismo en los textos bíblicos ya había referencias al instrumento, que era ligado a la alabanza a Dios.

Lo cierto es que la ligación del órgano de tubos con la Iglesia católica se fortaleció a lo largo de los años, ocupando el instrumento cada vez más un lugar de destaque en la liturgia cristiana, al punto que en el Concilio Vaticano II se reafirmó la excelencia del órgano en la tradición musical y en los actos de culto divino de la Iglesia, declarando el gran aprecio de la Iglesia Latina por el instrumento. En la ocasión, el órgano fue definido por los prelados como «tradicional, cuyo sonido es capaz de dar a las ceremonias de culto un esplendor extraordinario y elevar poderosamente el espíritu a Dios».

Para tener una idea del fuerte lazo entre el órgano musical y la Iglesia, en Brasil, solo dos lugares, que no son templos religiosos, poseen el instrumento: la Escuela de Música de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y el Teatro Municipal de San Pablo. No es de espantarse entonces que aquel que es considerado el mayor órgano de América Latina esté en una Iglesia católica, más específicamente en la Basílica de Nuestra Señora Auxiliadora, en Niterói, estado de Río de Janeiro.

El mayor órgano de América Latina y su único organista

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El P. Marcello Martiniano Ferreira estudió en el Instituto

Pontificio de Música Sacra, en Roma

El padre Marcello Martiniano Ferreira es organista formado por el Instituto Pontificio de Música Sacra, de Roma, Italia
El órgano de la Basílica Nuestra Señora Auxiliadora, de Niterói, posee nada menos que 11.130 tubos, de tamaños que van desde 8 milímetros, hasta 12 metros de altura, y solo es tocado actualmente por una persona: el padre Marcello Martiniano Ferreira, SDB, organista titular de la Basílica hace más de 50 años. Según el sacerdote, la exclusividad en el uso del instrumento no se debe por algún tipo de cuidado excesivo en relación al equipamiento y sí porque pocos saben tocarlo en el país.

Puede ser, pero el hecho es que pocos tuvieron las oportunidades que el Padre Marcello tuvo para aprender a desempeñar un instrumento tan complejo. A los 26 años, en 1959, ya diplomado en piano por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y ordenado sacerdote, el Padre Marcello fue transferido a la Basílica de Niterói. Allá, por su aptitud musical, estuvo encargado del órgano de la iglesia, cuando pudo estudiar más el instrumento.

Pero su vida y su relación con el instrumento cambiaron cuando el Padre Marcello fue a estudiar órgano principal en el Instituto Pontificio de Música Sacra, en Roma, Italia. En la escuela musical italiana, el sacerdote tuvo clases con uno de los grandes maestros en el área, según él: el organista y clavecinista Ferruccio Vignanelli, que le posibilitó aprender un repertorio muy grande y dominar un órgano tan complejo como aquel que había dejado en Niterói.

Tanto conocimiento podría ser pasado, pero el sacerdote organista confiesa que no encuentra tiempo en su rutina, marcada por intensos estudios y por conciertos. El más reciente de ellos, es más, ocurrió en la propia Basílica Nuestra Señora Auxiliadora, ayer, 27 de octubre, con el Padre Marcello desempeñando, en el órgano de más de 11 mil tubos, obras de renombrados músicos como Johann Sebastian Bach, Charles-Marie Widor, Marco Enrico Bosi y Maurice Duruflé.

El Padre Marcello, obviamente, se dedica también a las actividades referentes al sacerdocio. Todos los domingos preside su misa, pero no por eso deja de tocar el órgano de tubos. Una reforma realizada en el instrumento en 1996 modificó la transmisión eléctrica utilizada por 40 años por una transmisión electrónica, que posibilitó al usuario -en el caso Padre Marcello- controlar el órgano vía control remoto y grabar más músicas en él. «Tal sistema posibilita que toque 16 piezas en mi propia misa», afirma.

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Basílica de Nuestra Señora Auxiliadora. En la

parte superior, algunos de los más de 11 mil tubos

de que consta el órgano de la Iglesia

Como organista oficial de la Basílica Nuestra Señora Auxiliadora, el sacerdote salesiano acompaña musicalmente no solo las misas presididas por él, sino también las demás celebraciones que acontecen en el templo. Y de lo alto de sus 50 años de experiencia, el Padre Marcello cree que el órgano de tubos es el instrumento ideal para acompañar misas y demás celebraciones litúrgicas. «Por su expresividad y fuerza», dice.

Conforme el sacerdote, no es de extrañar que los Papas vengan recomendando el órgano como instrumento ideal para acompañar la liturgia. «El órgano es una orquesta completa», dice. Y esto puede ser dicho porque sus registros, sus posibilidades fónicas, sus diferentes timbres dan la impresión a aquel que oye de que se trata de una orquesta, cuando, de hecho, se trata apenas de un único instrumento».

Profesión de fe

Tal vez, por esto, por esta profusión de timbres, es que Benedito Rosa, actualmente, maestro de Capilla y organista titular de la Catedral de San Sebastián de Río de Janeiro, haya tenido una impresión, que hasta hoy no sabe explicar, cuando escuchó por primera vez el sonido de un órgano. Fue por este sonido que Benedito comenzó a estudiar un instrumento musical. Primero, piano en una escuela privada. Después, piano en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). En seguida el órgano. «Cuando estaba en el segundo año de la institución, descubrí que no era el piano el que me interesaba, y sí el órgano. Es una cuestión inexplicable la afinidad que yo tuve con el instrumento», dice.

Como no poseía un órgano y necesitaba estudiar y practicar, la manera encontrada fue tocar en iglesias. Y así, Benedito Rosa entró al ‘mercado’ de trabajo para organistas en Brasil. El tiempo pasó, Benedito se graduó, se convirtió en un maestro en órgano y recorrió el mundo como director. En 1998, después de 10 años de graduado, consiguió su oportunidad de oro, convirtiéndose en maestro de capilla y organista titular de una Catedral: la de San Sebastián de Río de Janeiro. Según Benedito, tocar en una Catedral tiene una importancia histórica, pues era allá, en el siglo XVII y XVIII, cuando la música estaba estrechamente vinculada a la Iglesia, que un músico era conocido, explica.

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Tras 10 años de estudios, Benedito es ahora

maestro de capilla y organista titular de la Catedral

de Río de Janeiro

Hoy, además de las funciones que ejerce en la Catedral y los conciertos donde se presenta, Benedito Rosa trabaja como profesor de la Escuela de Música de Cetep-Quintino -Fundación de Apoyo a las Escuelas Técnicas-. Con todo, el organista dice: «Desde el momento en que se decide ser un organista, es necesario ‘rebuscarse'». Y la opción, en Brasil, conforme Benedito, son las iglesias. «Yo soy profesor, pero no es común eso por aquí, hasta porque existen solo dos órganos de tubo que no pertenecen a la Iglesia en el país», recuerda.

Más allá de la falta de instrumentos, Benedito detecta como obstáculo, para la mejor estructuración de un mercado de organistas en el país, la falta de mano de obra calificada. «Por ejemplo, en Río de Janeiro, las iglesias tienen órganos, pero no tienen organistas con una formación competente». Conforme el organista, la solución para este problema debería venir de las propias iglesias, que deberían buscar buenos músicos e invertir en ellos. «Mi esperanza es que tengamos, un día, cada iglesia con su maestro de capilla, coro y etc. Porque la iglesia necesita de música», concluye.

Por Bruno D’Angelo

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