martes, 10 de diciembre de 2024
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La Encarnación

Bogotá (Viernes, 25-03-2011, Gaudium Press) ¿Por qué le cuesta tanto trabajo a algunos imaginarse una joven judía entre quince y dieciséis años leyendo en su casa las Sagradas Escrituras a determinada hora del día?

Tal vez sea un poco menos fácil entender que un ángel llamado Gabriel se le haya aparecido y anunciado todo lo que se dice en el capítulo 1 del Evangelio de San Mateo. Pero que existiera en Nazareth una joven virgen, y que estaba haciendo algo al momento de la aparición angélica -lo más probable leyendo las Sagradas Escrituras, no es inverosímil. La manía de los disociadores de siempre es negar lo que se nos narra y componer ellos otra narración.

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Anunciación de Fra Angelico

Nazareth existe, María existió, las apariciones angélicas eran frecuentes entre los judíos e incluso entre pueblos paganos politeístas, la Biblia es más veraz que el poema de Gilmanesh o el Mahábharata ¿entonces qué es lo difícil de entender ahí?

Si se trata de la Encarnación de Cristo -Dios hecho hombre, no parece imposible tampoco entender que lo que le sucedió a María fue cierto, porque el producto de sus entrañas dio un testimonio impresionante de santidad y poderes milagrosos como no lo ha dado nadie sobre la faz de la tierra. Basta leer la forma como lo mataron para quedarse asombrado.

Para negar la Encarnación, hay que negar los hechos históricos relatados en libros de comprobada autenticidad, e inventarse otros acontecimientos totalmente imaginarios.

Frecuentemente se dice que Dios les ocultó estas cosas a los hombres. Les ocultó la existencia de una bella virgen castísima e inmaculada, de un varón valiente, casto y manso que la adoptaría como su esposa, ambos descendientes de David por vía de Natán y Salomón. Pero una de las formas como también Dios oculta esto a la soberbia es dejando al soberbio libremente caer en su soberbia que lo enceguece, que no lo deja ver la realidad a su alrededor. En Israel y Judá existía una veta dorada de almas mansas y humildes sin pretensión ni arrogancia alrededor de los Esenios o cercana a ellos, los anawin. Que los opulentos y arrogantes de la época ni los voltearan a mirar, ni registraran su vida aunque sí algunos hechos relacionados con ellos, no quiere decir que no existieran. ¿Es imposible que Zacarías, Isabel, Juan bautista, María y José no fueran de esa familia de almas judía?

Los apócrifos le dieron nombre a los padres de María: Joaquín y Ana, y es probable que fueran mansos también. ¿No podían ser ellos parte de aquellos a los que Jesús se les dirigió en las Bienaventuranzas?

La encarnación fue un acontecimiento grandioso y sublime pero no necesariamente tenía que figurar en la «primeras páginas» de los relatos de aquel entonces, sencillamente porque muchos grandes sucesos determinantes para la historia de la humanidad fueron ignorados por sus contemporáneos. La historia está llena de ellos.

Además ¿qué acontecimiento de la historia de la humanidad ha inspirado las pinturas, vitrales, esculturas, poemas y composiciones musicales tan sublimes que ha inspirado la Anunciación a María? Eso solo bastaría para creer a pie juntillas que la Encarnación de Dios fue una realidad y una realidad maravillosa.

Por Antonio Borda

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