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Las vestimentas y los colores litúrgicos – I Parte

Redacción (Miércoles, 11-05-2011, Gaudium Press) Es natural que cada sociedad o conjunto humano busque encontrar una forma de vestirse que, de algún modo, lo defina y diferencie. Pensemos, por ejemplo, en los trajes típicos de las diversas regiones europeas, cuya variedad hasta hoy nos sorprende.

Recordemos también los vestuarios de ciertas profesiones, como la toga del magistrado, o el gorro del cocinero, un «anticuado» poco práctico que, entretanto, caracteriza perfectamente a quien con él se cubre.

Las ropas tienen, pues, una dimensión simbólica que sobrepasa su mera utilidad práctica. Más que cubrir y proteger al cuerpo, ellas revelan la situación, el estilo y la mentalidad de quien las viste.

Paramentos litúrgicos.jpgAsí, el blanco del vestido nupcial representa la virginidad de la doncella, y la riqueza de sus aderezos visa realzar la importancia del compromiso matrimonial, bendecido por Dios con un Sacramento. El tosco cordón del franciscano recuerda su casamiento místico con la «Dama Pobreza», mientras el rojo vivo de la sotana cardenalicia indica la alta dignidad del miembro del Sacro Colegio y evoca su propósito de, si es necesario, derramar su propia sangre por el Sumo Pontífice.

Los paramentos sacerdotales: «Revestirse de Cristo»

Este simbolismo, que podemos apreciar en la vida cotidiana, se verifica con mucha mayor intensidad en las vestimentas litúrgicas, especialmente en las de la Celebración Eucarística.

Al ser ordenado, el sacerdote se reviste de Cristo, y este hecho es representado en cada Santa Misa. Conforme resaltó Benedicto XVI en la Misa Crismal del 5 de abril del 2007, vestir los paramentos litúrgicos es entrar siempre de nuevo «en aquel, ‘ya no soy yo’, del Bautismo que la Ordenación sacerdotal nos da de modo nuevo y al mismo tiempo nos pide. El hecho de estar en el altar, vestidos con los paramentos litúrgicos, debe tornar claramente visible a los presentes y a nosotros mismos que estamos allí ‘en la persona del Otro'».

Después de afirmar que las vestimentas sacerdotales son una profunda expresión simbólica de lo que significa el sacerdocio, el Papa agregó: «Por tanto, queridos hermanos, me gustaría explicar en este Jueves Santo la esencia del ministerio sacerdotal, interpretando los paramentos litúrgicos que, precisamente, pretenden ilustrar lo que significa ‘revestirse de Cristo’, hablar y actuar in persona Christi».

A través de las explicaciones del Papa, busquemos conocer mejor cada uno de los paramentos utilizados por el sacerdote durante la Misa.

La mirada del corazón debe dirigirse al Señor

Después de lavar las manos, pidiendo a Dios «limpiarlas de toda mancha», el sacerdote coloca el amicto alrededor del cuello y sobre los hombros, rezando: «Impón, oh Señor, sobre mi cabeza el yelmo de la salvación, para defenderme de todos los asaltos del demonio».

El nombre de este paramento proviene del latín amictus (cobertura, velo) y su origen remonta al siglo VIII.
Sobre su simbolismo, afirma Benedicto XVI en la mencionada homilía: «En el pasado -y en las órdenes monásticas aún hoy- él era colocado primero sobre la cabeza, como una especie de capucha, tornándose así un símbolo de la disciplina de los sentidos y del pensamiento, necesaria para una justa celebración de la Santa Misa».

Luego a seguir, el Papa da ejemplos concretos de esta «disciplina de los pensamientos y sentidos», que el sacerdote debe mantener durante la celebración del Santo Sacrificio: «Los pensamientos no deben vagar atrás de las preocupaciones y de las expectativas de vida cotidiana; los sentidos no deben ser atraídos por lo que allí, en el interior de la Iglesia, casualmente los ojos y los oídos gustarían de captar. Mi corazón debe abrirse dócilmente a la palabra de Dios y estar recogido en la oración de la Iglesia, para que mi pensamiento reciba su orientación de las palabras del anuncio y de la oración. Y la mirada de mi corazón debe estar dirigida al Señor que está en medio de nosotros».

Por P. Mauro Sérgio da Silva Isabel, EP

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