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Mediación universal de María

Redacción (Martes, 30-10-2012, Gaudium Press) Uno de los modos de medir la grandeza de un soberano es considerar sus títulos. Por ejemplo, Luís II de Bourbon, el Grand Condé, contemporáneo de Luís XIV, fue una de las grandes glorias del reino francés, siendo poseedor de los siguientes títulos: «Príncipe de Condé, primer príncipe de sangre real, primer par de Francia, duque d’Enghien, de Bourbonnais, de Châteauroux, de Montmorency, caballero de las Órdenes del Rey, gobernador de Borgoña y de Bresse».1 Podemos, a través de estas calificaciones, constatar cómo el Gran Condé no era una persona insignificante en el reino de Francia.

5.jpgSi así es con un noble, mucho más todavía lo será con la Madre de Dios. Aureolada de incontables títulos que intentan expresar las cualidades de su alma, de María Santísima «nunquam satis»2; de Ella nunca será dicho lo suficiente, ni se agotarán las alabanzas que le son debidas.

De entre las diversas invocaciones atribuidas a la Santísima Virgen, trataremos en este artículo, de manera especial, de aquella que es de fundamental importancia para nuestra salvación: Medianera Universal de todas las gracias.

María Santísima: «Medianera no necesaria, pero deseada por la Providencia»3

Nos enseña el Doctor Angélico que el oficio de mediador entre Dios y los hombres consiste en unirlos. 4 De esta forma, este oficio solo puede atribuirse de modo perfecto y absoluto a Nuestro Señor Jesucristo, «el único que nos puede reconciliar con el Padre Eterno ofreciéndole, por toda la humanidad, un sacrificio de valor infinito, el de la Cruz. […] Él es mediador como hombre, en la calidad de su humanidad personalmente unida al Verbo, y habiendo ella recibido la plenitud de la gracia, la gracia capital, que debe derramarse sobre nosotros». 5

A pesar de eso, abajo de Dios existen los llamados «mediadores secundarios» (secundum quid), que disponen a los hombres a recibir las influencias que dimanan del mediador supremo – Cristo – o, a veces, son ellos mismos los que las distribuyen, en función de los méritos del Redentor. De este modo, actuaron los profetas y los sacerdotes levitas del Antiguo Testamento, así como los sacerdotes de todos los siglos, en la calidad de ministros del mediador principal. 6

Entretanto, en lo que dice respecto a la mediación de Nuestra Señora, «ella no lo es precisamente en la calidad de ministro, sino como asociada a la obra redentora de su Hijo». 7 Habiendo sido por ella que Dios envió a su Hijo al mundo para redimir al género humano, es también por medio de la Madre de Cristo que Dios continua distribuyendo su perdón y su misericordia. «De tal manera ella cooperó con toda la obra de la redención, y de tal forma que, después del pecado original, ninguna gracia nos viene sin su influjo». 8

Ya desde los primeros siglos del cristianismo, la Tradición Apostólica reconoce a María Santísima como medianera entre Dios y los hombres. Si, por ejemplo, nos detenemos para analizar los íconos más antiguos existentes en la Iglesia, constataremos que ellos, en su gran mayoría, presentan a la Santísima Virgen con su Divino Hijo en los brazos. Tales imágenes simbolizan que María, siendo Madre de Dios, se tornó Señora de toda la creación, y «como Madre de Dios, su súplica es gobernativa por voluntad de Dios».9

6.jpgLa mediación de María es, por tanto, una mediación subordinada a la del Salvador. No es de carácter estrictamente necesario -una vez que la de Nuestro Señor Jesucristo es absoluta y no precisa de complemento- sino «deseada por la providencia, como el más excelente fulgor de la mediación de Cristo».10

De esta forma, es absolutamente lícito y de acuerdo con la doctrina de la Iglesia afirmar que, por voluntad de Dios, ninguna gracia traída por Cristo con su Redención -nihil prorsus- es comunicada a los hombres sin el intermedio de María.11 A este respecto, nos asegura San Bernardino de Siena que «todas las gracias que son concedidas al mundo recorren este camino: de Dios descienden a Cristo, de Cristo descienden a la Virgen y, finalmente, por la Virgen, en un orden admirable, son distribuidas entre nosotros».12

Siendo Cristo cabeza de la Iglesia, la piedad cristiana acostumbra figurar María como siendo el cuello, pues «todos los dones, todas las gracias, todos los influjos celestiales proceden de Cristo, como de la cabeza, y pasan por María, como por el cuello, al cuerpo de la Iglesia».13 Así como el cuerpo no puede recibir ningún comando de la cabeza, sin que éste antes pase por el cuello, de igual modo, ninguna gracia es recibida de Cristo sin el auxilio de María.

Reconocida de tal modo por la piedad cristiana, el orden de las cosas hace que también sea por medio de Nuestra Señora que las súplicas de la humanidad suban hasta el trono del Altísimo, pues «el término ‘mediación’, o ‘medianera’, más allá de convenir a la distribución de todas las gracias […], conviene también, y sobre todo, a la obtención de todas las gracias».14

Por Cássia Thaís Costa Dias de Arruda

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1ROBERT, Henri. Os grandes processos da História. Trad. Juvenal Jacinto. Porto Alegre: Globo, 1939. Vol. IV. p. 37.
2CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A entrega do Brasil ao Imaculado Coração de Maria. In: Revista Dr. Plinio. São Paulo: Retornarei, n. 42, set. 2001. p. 7.
3CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. São Paulo: Ipsis, 2010. Vol. II. p. 126.
4SÃO TOMÁS DE AQUINO. S. Th. III. q. 26, a.1.
5CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. Op. cit. Vol. I. p. 126.
6ENRIQUE MERKELBACH, Benito. Mariologia: Tratado de la Santisima Virgen Maria Madre de Dios y Mediadora entre Dios y los hombres. Madrid: Bilbao, 1954. p. 414-415.
7CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. Op. cit. Vol. I. p. 127.
8″de tal manera cooperó a toda la obra de la redención, y en tal forma que, después del pecado original, ninguna gracia nos viene sin su influjo» (ENRIQUE MERKELBACH, Benito. Op. cit. p. 421. Tradução da autora).
9CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Com o cetro de Deus nas mãos. In: Revista Dr. Plinio. São Paulo: Retornarei, n. 152, Nov. 2010. p. 36.
10CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. Op. cit. Vol. II. p. 128.
11ROSCHINI, Gabriel. Op. cit. p. 101.
12SÃO BERNADINO DE SENA apud ROSCHINI, Gabriel. Op. cit. p. 101.
13″Todos los dones, todas las gracias, los influjos celestiales todos, proceden de Cristo, como de cabeza, y pasan por María, como por el cuello, al cuerpo de la Iglesia» (SÃO ROBERTO BELARMINO. In: LÓPEZ MELÚS, Rafael María. Nuevas alabanzas a María. Sevilla: Apostolado Mariano, 2000. p. 155. Tradução da autora).
14ROSCHINI, Gabriel. Op. cit. p. 83.

 

 

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