viernes, 19 de abril de 2024
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La vía mística, camino fácil, al que el demonio le tiene rabia y temor

La diferencia que va de golpear con el cincel, a vaciarse en el molde.

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Foto: Jack Sharp en Unplash

Redacción (29/04/2023 12:00, Gaudium Press) El demonio le tiene pánico, y más hoy, a la oración contemplativa.

Llamamos aquí de ‘oración contemplativa’ a esa con sentidos recogidos, que puede estar antecedida de una lectura, pero que busca sobre todo que el entendimiento no entorpezca la escucha y percepción de la Presencia Divina, que comúnmente se hace sentir si la persona persevera en ella. Dios da como premio su dulce y reconstructora presencia, si perseveramos en esta oración recogida.

Decimos que el demonio le tiene pánico porque, como dice Santa Teresa, “comienza a obrar grandes cosas con el olor que dan de sí las flores, que quiere el Señor se abran para que ella vea que tiene virtudes, aunque ve muy bien que no las podía ella –ni ha podido– ganar en muchos años, y que en aquello poquito el celestial hortelano se las dio. Aquí es muy mayor la humildad y más profunda que al alma queda, que en lo pasado; porque ve más claro que poco ni mucho hizo, sino consentir que la hiciese el Señor mercedes y abrazarlas la voluntad”. (1)

Para facilitar esta presencia divina “lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es más de con suavidad y sin ruido. Llamo ‘ruido’ andar con el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar gracias [a Dios] de este beneficio (…). La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que estos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella [divina] y lo conozca con humildad y diga: ‘Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?’”. El alma debe es, humilde, dejarse abrazar por esta presencia divina, no querer ‘ayudarle’ a Dios a que nos abrace, sino simplemente consentir en ese abrazo.

En esos momentos, el alma debe entender que “está Su Majestad tan cerca de ella que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella misma con Él”. “Porque ya se ve que, si el pozo no mana [es decir, si no hay presencia divina] que nosotros no podemos poner el agua [es decir, nosotros no podemos obligar a Dios a que venga]. [Pero] Verdad es que no hemos de estar descuidados para que, cuando la haya [la presencia divina], sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes”, por tanto, santificar Él mismo el alma.

Es lo que podríamos llamar grosso modo la vía mística, en que los dones del Espíritu Santo y la exhalación de la vida de la inhabitación trinitaria, van haciendo que el alma progrese a pasos de gigante, y que como dice la fundadora del Carmelo reformado en otro aparte, avance el espíritu en esos instantes lo que no había logrado en 20 años de luchas. Por ello, es normal que el demonio tenga horror de esta vía, no solo porque pierde para el infierno esa alma, sino que normalmente ella arrastrará hacia la virtud a muchas.

Esa vida mística es algo muy parecido a lo que decía San Luis de Montfort en el Tratado de la Verdadera Devoción, de que el ‘sistema antiguo’ era una especie de esculpir la estatua a punta de martillo y cincel, con todos los riesgos que ello comporta, mientras que el ‘nuevo sistema’ es a la manera de vaciar el yeso líquido en el molde: el alma no pone obstáculos, se hace ‘yeso líquido’ y se vacía en el molde de la presencia de Dios, quien ‘construye’ de forma rápida la virtud en aquel que no pone obstáculos.

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Es claro que la favorecedora y patrona de esta ‘vía mística’ no puede ser otra que la Fiel Esposa del Espíritu Santo, que fue justamente Ella la obra prima de un Dios que la moldeó por entero. Bien explica San Luis de Montfort que el Espíritu Santo es atraído al alma donde su fiel esposa está ya presente, y que ahí Él despliega en profusión y amplitud la generosidad de sus dones.

Decimos pues, que el temor que el demonio tiene a esta ‘oración contemplativa’ es muy actual, porque esa labor mística es un recurso que parecería Dios tiene destinado para estos tiempos, en que tal es la debilidad natural de los hombres, que no tienen ya fuerza para levantar el cincel y el martillo.

Encomendémonos pues a la Madre de la Divina Gracia, para que Ella nos guíe si así debe ser por estos senderos, y aleje todos los obstáculos que el maligno quiera ponernos.

Por Saúl Castiblanco

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1 Las citas son tomadas de Santa Teresa de Jesús. Libro de la Vida. Algaba Ediciones. 2007. Madrid.

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