viernes, 29 de marzo de 2024
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Papa recordó al tal vez mayor misionero de la Historia, San Francisco Javier

En la secuencia de “La pasión por la evangelización”, Francisco habló de su homónimo.

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Foto: Screenshot Youtube VAtican News

Redacción (17/05/2023 16:06, Gaudium Press) En la audiencia general de hoy Francisco habló de su homónimo, San Francisco Javier, quien era consumido por el celo de llevar a Cristo a los confines de la tierra, incluso a la China.

“El amor a Cristo fue la fuerza que lo llevó hasta las fronteras más lejanas, con constantes dificultades y peligros, superando fracasos, desilusiones y desánimos, más aún, dándole consuelo y alegría para seguirlo y servirlo hasta el final”, dijo el Papa del santo jesuita, en su decimotercera catequesis son “La pasión por la evangelización”.

Francisco desea que todos pudiesen tener un poco del celo que tuvo el gran santo misionero, que vivió en el S. XVI. Se encontraba él entre aquellos jesuitas enviados por Pablo III a las Indias Orientales a petición del rey de Portugal.

Recordó el Pontífice el inició de la misión de San Francisco Javier en Goa, y la evangelización de los pescadores de las costas de la India. Impartía catecismo, enseñaba a rezar a los niños, bautizaba, curaba a los enfermos, pero una noche, rezando ante la tumba del apóstola San Bartolomé, sintió que debía ir más allá de la India.

Las Molucas, Japón, la China, el sueño que se escapa

Dejando “en buenas manos la obra que ya había comenzado”, zarpó valientemente “hacia las Molucas, las islas más lejanas del archipiélago indonesio”. Ahí, San Francisco Javier, durante dos años, “fundó varias comunidades cristianas”, y también “puso en versos el catecismo en la lengua local y enseñó a cantarlo”.

Después fue San Francisco al Japón, donde “ningún misionero europeo se había aventurado todavía”, dijo el Papa, donde vivió tres “años muy duros por el clima, las oposiciones y la ignorancia de la lengua”. Entonces le vino eld eseo de llegar a China.

Pero aunque emprendió su viaje a ese destino soñado, no llegó a buen puerto pues “murió en la pequeña isla de Sancian, esperando en vano desembarcar en tierra firme, cerca de Cantón”. Fue el 3 de diciembre de 1552 y tenía 46 años, “pero sus cabellos ya estaban blancos, sus fuerzas consumidas, entregadas sin escatimar esfuerzos al servicio del Evangelio”, dijo el Papa. Una vida pasada en las misiones la de San Francisco Javier, en una actividad muy intensa “siempre unida a la oración, a la unión con Dios, mística y contemplativa”.

Con información de Vatican News.

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