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La Servilleta

Redacción (Miércoles, 07-09-2011, Gaudium Press) Tanto que se ha escrito sobre el uso de manteles y servilletas, y finalmente muy poco se ha aclarado. Lo que sí es cierto, es que estos adminículos de la mesa, han conseguido estatus en los banquetes no solo de la civilización occidental sino en Oriente. Y lo más probable es que fue Italia cristianizada la que se lo inventó todo.

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Foto: Sifu Renka

Para mesas cuadradas, redondas o rectangulares hay un mantel, un paño afelpado o muletón y unas servilletas. Es un arte hacer figuras con estas y colocarlas de tal forma que pueden representar hasta mariposas o aves. Con las servilletas vinieron los anillos adecuados de varios estilos y calibres, y diferentes tipos de elegantes broches para tenerlas al pecho. Lo mismo el arte de usarlas, saberlas doblar y dejarlas sobre la mesa. Se colocan al frente, a la izquierda o a la derecha, como una flor entre la copa para el agua o pintorescamente en el plato pando grande del servicio individual, depende del tipo de comensales reunidos en la mesa, sea para comidas formales o informales. El anfitrión siempre es el que da la señal de inicio y fin de la cena en la mesa, con su propia servilleta. Algunas llevan bordado el monograma del nombre de la señora de la casa o incluso el escudo de armas de la familia. Y casi siempre son de colores pastel o blanco para acentuar la pulcritud.

No se necesita ser un excelente observador como lo fue Proust para comprender que la servilleta desarrolló también una forma de lenguaje que solamente los entendidos, gentes de mundo y la diplomacia, llegaba a descifrar muy bien. Muchas veces ella -llevada a tiempo a la boca con elegancia y fino movimiento, adornaba una respuesta o precisamente evadía con distinción una pregunta. Tomarla de cierta forma, enrollarla y finalmente acentuar con ella un último gesto ya terminando la cena o banquete, podía ser la declaración de una guerra o llegar a un acuerdo internacional.

Servilletas de pic-nic, de simples almuerzos caseros, de cenas o de banquetes, servilletas en Navidad o en las fiestas de bodas, todas tienen en común que no solamente son prácticas e incluso necesarísimas, sino que trasmiten un legado que viene de tiempos lejanos, cuando el hombre civilizado decidió darle a la mesa un toque de distinción para hacer vida social más allá de simplemente sentarse a comer las viandas. Y una lección más elevada nos da el uso frecuente de la servilleta, cuando comprendemos que ella no es un mero recorte de tela para limpiarnos la boca, sino un modal refinado que hace parte de una cultura, que hizo del comer una cristiana oportunidad para aprender a estar juntos, mirarnos y asimismo querernos bien.

Por Antonio Borda

 

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