lunes, 07 de octubre de 2024
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Durmiendo con el enemigo

Los matrimonios duran cada vez menos, y el número de divorcios y violencia doméstica va en aumento.

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Foto: Wikipedia

Redacción (13/06/2022 17:19, Gaudium Press) Después de estar mucho tiempo viendo y escuchando noticias sobre la invasión de Rusia a Ucrania, el tema se desgastó. Y sin haber terminado la guerra, ya comenzamos a ser bombardeados por noticias de una guerra doméstica, entre la ex pareja de actores Johnny Depp y Amber Heard. Lucha multimillonaria en acciones de difamación y calumnias tomó forma, la midia presentó en cada detalle, para quienes no tienen otra cosa que hacer que mantenerse al día con este tipo de futilidades.

Después de seis semanas de testimonio en una corte en Virginia, Estados Unidos, donde se expusieron detalles sórdidos de la relación de pareja, el jurado llegó a un veredicto. Digamos que los dos fueron declarados culpables, aunque Amber fue más culpable que Depp. El actor deberá ser compensado por la actriz en US$ 15 millones y le pagará una indemnización de US$ 2 millones.

Como el tema morboso dio mucho rating o, en más lenguaje actualizado, generó muchos like, el tema sigue en destaque, con nuevo reparto de actores. Ahora es el turno para que el actor Brad Pitt demande a su ex mujer, Angelina Jolie, por haber vendido, sin avisarle, el 50% de su participación en Chateau Miravalda, vinícola francesa de la pareja, donde oficializaron su unión en 2014. El pacto pre-nupcial era que ninguno de ellos podría vender su mitad sin el consentimiento del otro, pero al parecer Jolie rompió el trato.

Relación matrimonial rota

Es claro que la intención aquí no es escribir un artículo para difundir chismes del mundo de la fama, sino llamar al lector a una seria reflexión sobre esto, algo que sucede mucho más a menudo de lo que imaginamos. Cuando se rompe una relación matrimonial, dos personas que intercambiaron votos de amor comienzan a actuar con refinamientos de crueldad para herir o destruir a quien se ha convertido en el gran enemigo.

Mentiras, acusaciones vergonzosas, falsos testimonios, alienación parental, la extorsión, el chantaje, la difamación, la exposición de las debilidades y la intimidad del otro son cosas comunes en tribunales no tan famosos y en acciones de menor trascendencia que las millonarias acciones de los artistas. Se ha convertido en lugar común que los hombres que no aceptan el final de las relaciones agredan físicamente e incluso maten a aquellas que supuestamente amaban. Vemos noticias sobre esto todos los días.

He visto dos casos, en diferentes momentos y lugares, de acciones que parecen tontas pero que tuvieron graves consecuencias emocionales. En uno de ellos, la mujer tiró objetos queridos por su esposo, entre ellos un par de tenis con los que practicaba deportes desde que era un adolescente. Zapatillas viejas, pero para él de gran valor sentimental y eso lo llevó a un estado de desesperación total.

En el otro, la ex mujer donó el perro de su marido. Como el hombre se mudó a un lugar que no tenía espacio para el perro, un pastor alemán de seis años, lo dejó con su esposa hasta que encontrase un lugar para albergar al animal. Sin embargo, cuando volvió a buscarlo, ella lo había donado y, a pesar de la insistencia de su esposo, ella se negó a revelar a quién se lo había donado, y el hombre nunca encontró al perro. Lo más probable es que lo abandonó en algún lugar y no lo donó.

Hablando de perros, también se han vuelto habituales las peleas o los acuerdos por la custodia compartida de las mascotas, demostrando que – sin querer menospreciar a los animales – estos han ocupado cada vez más protagonismo en la vida de las personas, importando más que los seres humanos.

Banalización del divorcio

Da igual si el final del matrimonio y las peleas legales son entre estrellas de Hollywood o entre Pepito Pérez y Fulanita, el caso es que los matrimonios duran cada vez menos, el número de divorcios y la violencia doméstica aumentan cada vez más, y en lugar de príncipes y princesas encantados, la gente se da cuenta de que está durmiendo con el enemigo.

Hace unos días se informó que Brasil batió récord en número de divorcios en 2021, con 80.573 separaciones. Y solo en los primeros cuatro meses de 2022, ya se registraron 17,013 divorcios completos. Lo que antes era un proceso relativamente complicado, con el avance de la cibernética se ha vuelto muy sencillo y las separaciones se pueden firmar de manera virtual. En internet ya se pueden encontrar anuncios como este: “¿Quieres divorciarte ya? ¿No quieres ir al juzgado, ni encontrarte a la otra parte? ¿Quieres divorciarte ahora? ¡Pregunte al experto! Divorcio 100% online, con certificado digital” No puede haber mayor banalización que esta, para un asunto tan grave.

Esto sólo demuestra lo que los hombres han hecho del tan sagrado Sacramento del Matrimonio, instituido por Dios en el Antiguo Testamento: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. (Gn 2, 24) y confirmado por Nuestro Señor Jesucristo: “Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.” (Mt 19, 6).

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Foto: Wikipedia

Implementación del divorcio en Brasil

El divorcio fue instituido oficialmente en Brasil con una reforma constitucional el 28 de junio de 1977. Anteriormente, existía la posibilidad de separación, pero no otorgaba a los ex cónyuges el derecho a volver a casarse. Con la institución del divorcio, las personas pueden separarse y volverse a casar tantas veces como quieran sin ninguna obstrucción legal. Más bien, parece que esto incluso se fomenta.

Mucho antes de que se implementara el divorcio, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, una de las personalidades más destacadas que haya conocido este país, se pronunció en contra de esa amenaza. En 1966, el entonces Ministro del Supremo Tribunal Federal, Pedro Chaves, abrió una sesión solemne para tratar el tema del divorcio, con una emotiva exposición del Dr. Plinio, disertante invitado para abordar el controvertido tema que agitaba a la sociedad en ese momento.

Permítanme reproducir las palabras utilizadas por el ministro para abrir la sesión y presentar al disertante, porque definen la seriedad con que se trató el tema del divorcio y sobre quien era el Dr. Plinio, evaluando la importancia de las palabras que pronunciaría aquella noche; palabras que todavía resuenan hoy, casi 60 años después, y lo seguirán haciendo, ante la creciente decadencia que ha provocado la institución del divorcio.

“Tengo, en este momento, el distinguido honor de declarar abierta esta sesión. Debería hacerlo de pie y con el alma de rodillas en homenaje a la vitalidad cívica de São Paulo ante la amenaza que se cierne sobre la familia brasileña, en un momento convulso en que la subversión pretende atentar contra los cimientos de la sociedad. Pero escuchemos las palabras del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, nombre que es relicario de las más altas virtudes cívicas, morales e intelectuales de nuestro tiempo; un hombre a quien la Patria ya le debe tanto y le deberá aún más”.

Consecuencias del divorcio

Dr. Plinio dio una larga y admirable explicación, refiriéndose al divorcio como algo monstruoso. Entre sus muchas enseñanzas, en aquella noche memorable, me gustaría destacar un breve resumen de su visión de las consecuencias del divorcio en la familia, las personas -especialmente los niños- y, en consecuencia, en la sociedad:

“La familia así cortada, cosida y descosida, al sabor de pasiones, impulsos, caprichos, circunstancias varias, esta familia es así como una célula que se corta, es como un ser vivo que se corta; si produce frutos, serán frutos amargos, menguados y temporales. De ella no puede salir esta rica vida individual, que es la condición de la vida colectiva, para la vida de la sociedad, de modo que no sea una masa, sino verdaderamente un pueblo. O el divorcio y la muerte, o la indisolubilidad conyugal y la vida en sociedad”.

Durante años hubo un gran movimiento contra el divorcio, encabezado por entidades católicas, pero lamentablemente el divorcio ganó y los seres humanos fueron los perdedores, con amargas consecuencias que cada día se hacen más evidentes. Lo que ahora se llama libertad y modernidad, el Dr. Plinio lo llamó muerte. Y nosotros, hoy, lidiamos con las consecuencias no sólo de esa muerte, sino de la putrefacción a cielo abierto de este cadáver insepulto.

Primero vino la disolución del matrimonio, el nuevo matrimonio, y hoy, una nueva ola de «evolución» se esfuerza por hacer del matrimonio lo que no es. Una corriente que cada día cobra más fuerza y ​​distorsiona y destruye lo que Dios creó para la felicidad de los seres humanos, el bienestar y el mantenimiento de la sociedad.

El tema es muy amplio y podría extenderme en él, pero para no cansarlos con palabrería, quiero terminar este artículo diciendo que la razón de tantos divorcios, peleas y disputas como la de actores famosos o personas anónimas es que la mayoría de estos matrimonios no deberían haber tenido lugar.

Juramento ante dios

El principal problema de la sociedad actual no es que la gente se divorcie, sino que se case sin darse cuenta de lo que se trata, porque buena parte de los matrimonios que acaban en divorcio deberían haberse preparado al menos mejor. Las personas se casan sin preparación, sin tener la madurez necesaria para experimentar las alegrías y las dificultades inherentes al matrimonio, y lo hacen en la Iglesia, donde el matrimonio es indisoluble.

Juran ante Dios algo que, la mayoría de las veces, saben que no podrán cumplir y no están dispuestos a hacerlo. No funcionó, se separa, se casa con otra, se vuelve a separar y se vuelve a casar, tantas veces como sea necesario. Pero una vez hecho el juramento ante el altar, esta unión es para siempre y la consecuencia del divorcio y de las nuevas uniones es una legión de adúlteros legitimados por el Código Civil, que no tienen poder sobre las leyes soberanas de Dios y no pueden transformar en virtud lo que Dios ha determinado que es pecado.

No podemos decir que todos, pero la mayoría de los problemas que enfrentamos hoy en día son el resultado de la legalización de la separación y el divorcio, como el Dr. Plinio y sus compañeros en las décadas de 1960 y 1970 advertían. Las cosas fueron de mal en peor, y las heridas de eso, en los cónyuges que cambian de pareja como cambian de auto o de celular, y, sobre todo, en sus hijos, son cada vez más profundas, más fétidas y purulentas y, hasta dónde podrá llegar el hombre con su atrevimiento petulante, sólo Dios lo puede saber.

Que Dios tenga misericordia de esta “generación adúltera y pecadora” (Mc 8,38), y tan profundamente orgullosa.

Por Alfonso Pessoa

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