martes, 24 de junio de 2025
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La fecundidad de la Virgen es la misma fecundidad de la Iglesia, enseñó el Papa León

El Pontífice ofició una eucaristía con ocasión del Jubileo de la Santa Sede. Meditó sobre el carisma mariano de la Iglesia.

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Redacción (09/06/2025 14:17, Gaudium Press) Esta mañana, el propio Papa fue peregrino, al conmemorarse el Jubileo de la Santa Sede. El Pontífice recibió la Cruz Jubilar de manos de una joven voluntaria, y luego se dirigió a la Basílica Vaticana, donde cruzó la puerta Santa.

Esta procesión, en la que el Papa estuvo acompañado en cortejo por cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, precedió a la celebración de la eucaristía, donde el Pontífice ofreció una homilía, en la que abordó el tema del carisma mariano de la Iglesia, hoy en que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de María Madre de la Iglesia.

A los pies de la cruz, cuando Juan recibió de manos de Cristo a la Virgen como su propia madre, “la maternidad de María, a través del misterio de la cruz, dio un salto impensable”. “La Madre de Jesús se convirtió en la nueva Eva, porque el Hijo la asoció a su muerte redentora, fuente de vida nueva y eterna para todo ser humano que viene a este mundo. El tema de la fecundidad está muy presente en esta liturgia”.

“La fecundidad de la Iglesia es la misma fecundidad de María; y se realiza en la existencia de sus miembros en la medida en que estos reviven, “en pequeño”, lo que vivió la Madre, es decir, que aman con el amor de Jesús. Toda la fecundidad de la Iglesia y de la Santa Sede depende de la cruz de Cristo. De lo contrario, es apariencia, si no es que algo peor. Un gran teólogo contemporáneo escribió: «Si ella [la Iglesia] es el árbol que sale del granito de mostaza, este árbol está a su vez destinado a llevar granos de mostaza; frutos, por tanto, que repiten la forma de la cruz, porque se deben a ella» (H.U. Von Balthasar, La seriedad de las cosas, Salamanca 1967, 44)”, dijo el Papa.

“En la colecta también pedimos que la Iglesia «se regocije por la santidad de sus hijos». De hecho, esta fecundidad de María y de la Iglesia está inseparablemente vinculada a su santidad, es decir, a su conformación con Cristo”.

La mejor manera de servir a la Santa Sede es ser santos

Pero se estaba conmemorando el Jubileo de la Sede Romana, por lo que el Pontífice dirigió su meditación a esta particular unión con la Iglesia de quienes se encuentran en su cabeza: “La Santa Sede es santa como lo es la Iglesia, en su núcleo originario, en la fibra de la que está tejida. Así, la Sede Apostólica custodia la santidad de sus raíces mientras es custodiada por ella. Pero no es menos cierto que también vive de la santidad de cada uno de sus miembros. Por ello, la mejor manera de servir a la Santa Sede es procurar ser santos, cada uno según su estado de vida y la tarea que se le ha confiado”.

Un sacerdote, por ejemplo, que “cada día va a la oficina y trata de hacer su trabajo lo mejor posible, con amor y con fe, ese sacerdote participa y contribuye a la fecundidad de la Iglesia. Y lo mismo un padre o una madre de familia, que en casa vive una situación difícil —un hijo que da preocupaciones, un padre enfermo— y lleva adelante su trabajo con empeño: ese hombre y esa mujer son fecundos con la fecundidad de María y de la Iglesia”.

La fecundidad de María es por lo demás, “arquetípica” con relación a la Iglesia, “permanece actual en todo tiempo y lugar”, y es fruto del misterio pascual, esa maternidad se dio con ocasión de la pascua.

La Virgen “en el Cenáculo, gracias a la misión materna que recibió al pie de la cruz, está al servicio de la comunidad naciente: es la memoria viviente de Jesús y, en cuanto tal, es el polo de atracción, por así decirlo, que armoniza las diferencias y hace que la oración de los discípulos sea unánime”.

Incluso el propio Pedro, “es sostenido por María en su ministerio”. “De manera análoga, la Madre Iglesia sostiene el ministerio de los Sucesores de Pedro con el carisma mariano. La Santa Sede vive de manera muy particular la co-presencia de ambos polos: el mariano y el petrino. Y es el polo mariano el que asegura la fecundidad y la santidad del petrino, con su maternidad, don de Cristo y del Espíritu”.

El Pontífice concluyó su homilía, pidiendo que la Iglesia, “sostenida por el amor de Cristo, sea cada vez más fecunda en el Espíritu”.

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