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San Buenaventura, era un niño a punto de morirse, pero San Francisco lo cura milagrosamente

Llega a ser superior de los franciscanos, y tanto influyó en su orden, que se le llama de segundo fundador.

San Buenaventura 2

Redacción (15/07/2021 07:21, Gaudium Press) Celebramos hoy al gran San Buenaventura, porque es hoy la memoria de su inhumación.

Poco se sabe de sus primeros años, sólo que nace en Bagnoregio, Italia, pero que entonces era una ciudad de la Toscana que pertenecía a los Estados Pontificios, tal vez en 1217, y tenía como nombre de pila Giovanni Fidanza.

Cuando tenía 4 años cae gravemente enfermo, y su madre Rebela, se lo lleva a San Francisco: Il Poverello lo toma en sus brazos y se opera una curación milagrosa. Cuando se lo devuelve a la madre, le dice: “ó buona ventura”, qué buena ventura, que buen acontecimiento. Y así pasó a ser llamado, Buenaventura.

Entra a la orden del seráfico padre San Francisco, y luego va a estudiar en la Universidad de París, teniendo como tutor al famoso Alejandro de Hales. Este decía de su alumno: “Parece que en él Adán no pecó”.

El alumno de Hales es brillante y él mismo se torna instructor en su alma máter, de teología y Biblia, entre 1248 y 1257.

Muy escrupuloso, hacía que la visión de sus pecados le impidiese acercarse a la comunión, hasta que un día un milagro del Señor le quitó ese mal.

Va a estudiar a París

Estando en París, compuso su famoso “Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo”. Escribió también su tratado “Sobre la vida de perfección”, destinado a la beata Isabel de Francia, hermana de San Luis Rey; para también compuso la regla de un convento que ella había fundado. Maravillosos tiempos estos, de profesores santos, escritores santos, princesas santas y reyes santos. Es también digna de mención su obra Itinerariuim mentis in Deum (El Itinerario de la mente a Dios), magnífico escrito de contemplación, que se constituyó desde entonces en un clásico de la espiritualidad católica.

No tenía aún 36 años cuando fue elegido superior de los Franciscanos, asumiendo la dirección de la orden en el momento en que había una gran división entre quienes querían aliviar un tanto la regla y los que predicaban la inflexibilidad. El aún joven superior escribió a los provinciales exigiendo perfecta observancia de la regla y poner a los relajados en orden, pero evitando que se cayese en un rigorismo farisaico.

Santo especialmente amante de la Virgen

Profundizó con maestría San Buenaventura en la Mediación Universal de la Santísima Virgen, y colocó a su orden franciscana bajo la protección especial de la Madre de Dios. Compuso en su honra el famoso “Espejo de la Virgen”. Quiso que sus frailes rezasen todos los días a las seis de la mañana el Ángelus, para honrar el misterio de la Anunciación y la Encarnación.

Presidió cinco capítulos generales de la comunidad franciscana. En ellos San Buenaventura influyó mucho para orientar los destinos de la comunidad. Comenzó este gran doctor a escribir la vida de San Francisco de Asís, y estando en estas labores lo fue a visitar el gran Santo Tomás, que al verlo en su celda sumido en la contemplación se retiró, profiriendo esta bella frase: “Dejemos a un santo trabajar por otro santo”. Fue también amigo de San Luis Rey de Francia – a cuyo pedido compuso un oficio de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo – , de San Anselmo.

Fueron 17 los años en que gobernó su orden, y por ello se le llama de segundo fundador.

Renuente a las honras

Famoso ya en el mundo católico, Clemente IV lo quiso hacer arzobispo de York, una gran dignidad, pero nuestro santo disuadió de ello al Papa. Sin embargo, Gregorio X lo hace Cardenal obispo de Albano, y le obliga a aceptar el cargo. El propio Gregorio X fue elegido por la indicación de San Buenaventura, a quien los cardenales habían pedido consejo.

Se le encomienda que preparara los asuntos a debatir en el Concilio ecuménico de Lyon. En ese concilio el canciller de Constantinopla y todos los delegados griegos admitieron que el Espíritu Santo procedía tanto del Padre como del Hijo: “Qui ex Patre Filioque procedit”.

Vivía de forma eximia los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad. Se le conoce como “Doctor Seráfico” por la virtud que impregnaba su ciencia, una virtud que parecía angélica a imitación de su seráfico Padre San Francisco.

Estando en las labores del Concilio de Lyon, muere San Buenaventura, la noche del 14 al 15 de julio de 1274.

Hace el panegírico del santo, un dominico que después sería Papa, Inocencio V. Dijo de él en la homilía: “Cuantos conocieron a Buenaventura le respetaron y le amaron. Bastaba simplemente con oírle predicar para sentirse movido a tomarle por consejero, porque era un hombre afable, cortés, humilde, cariñoso, compasivo, prudente, casto y adornado de todas las virtudes”.

Fue canonizado en 1482, y hecho Doctor de la Iglesia en 1588.

Con información de Catholic.net

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